Aire, más aire

El pañuelo

Miguel López-Guzmán

El pañuelo, ese pedacito cuadrado de fino lienzo que se distingue por su tamaño en señoras y caballeros, nos ha acompañado a lo largo de los años como acompañante silencioso y en la mayoría de los casos oculto en el bolsillo. 

Hasta que aparecieron los Kleenex, el pañuelo tuvo un papel fundamental en situaciones higiénicas imprevistas, para soportar un estornudo o el moqueo constante de un catarro con todos sus gérmenes, hasta el punto que se hizo tan popular que se le dio el nombre de ‘moquero’.

En días más piadosos, las señoras olvidadizas del velo lo utilizaban para entrar en la iglesia (hasta el Concilio Vaticano II), en algunos casos incluso empapado de fluidos nasales. ¿Cuántas veces nos habrá sacado el pañuelo de aprietos con los críos? Mocos, babas, vómitos y mucho más.

Pañuelo

Pañuelo

El pañuelo es discreto. Al igual que los sudarios, el pañuelo se personaliza con las iniciales de su usuario. Bordados de manos primorosas. Imprescindible en las despedidas desde el andén de las estaciones de tren y al ver alejarse a las personas queridas. Para dar la bienvenida en la distancia y hacerse ver (sirva de ejemplo la llegada del Semíramis al puerto de Barcelona con los excautivos de la División Azul con miles de pañuelos al viento).

Prenda coqueta al dejarla caer las señoras con disimulo ante apuestos galanes y así entablar conversación. El pañuelo de caballero sabe de congojas femeninas cuando lo ceden para enjugar lágrimas de amor y de duelo. Obligado en los velatorios de mucha lágrima.

El pañuelo luce vistoso, bien doblado, en la americana de los caballeros, a juego o no con la corbata. Cuando un pañuelo sale del bolso de una señora el ambiente se embriaga de su perfume. Es un vendaje de urgencia en chichones infantiles y en ligeros accidentes. Pañuelos de seda con llamativos colores y dibujos al cuello estilizado de las damas, el que da un toque de distinción. Y su uso más viril se mostraba gracias al gremio de la construcción, con cuatro nudos a la cabeza para proteger del polvo y dando una falsa seguridad en otros tiempos menos sensibleros.

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