La Feliz Gobernación

Procastina, que algo queda

A nuestros efectos, el rey de la procastinación es López Miras, que no levantará el teléfono para llamar a José Ángel Antelo hasta un minuto antes de que suenen los clarines

Antelo (segundo por la izquierda) y Martínez Alpañez observan a López Miras, a la derecha.

Antelo (segundo por la izquierda) y Martínez Alpañez observan a López Miras, a la derecha. / Iván Urquízar

Ángel Montiel

Ángel Montiel

Procastinar, qué horror; es la primera vez que empleo esta palabra, tan en boga. Pero bien visto, no hay otra para señalar lo que está pasando aquí. El verbo, a pesar de que suelen utilizarlo quienes exhiben un vocabulario restringido, tiene su prestigo. No es un neologismo, no crean; viene del latín y todo.

Procastinar es diferir, aplazar. La RAE no muestra interés en explicar si tal acto se produce por gandulitis o por alevosía, de modo que de quien procastina podemos sospechar libremente una cosa o la otra. Se puede procastinar por ser un huevoslentos o por cálculo para intentar desesperar a otros que esperan una decisión rápida. Contra la procastinación hay un refrán castizo que proclama: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Y otro: a quien madruga, Dios le ayuda. Y otro más: el que madrugó un tesoro se encontró. Aunque para este último existe una réplica procastinadora: más madrugó el que lo perdió.

Por ejemplo: Putin procastina. Ha tardado más de lo esperado en hacer lo que todos, menos el ingenuo de Prigozhin, creíamos que haría, pero menos de lo necesario para disimular que lo ha hecho. Putin es un procastinador impaciente, otra categoría. También procastina Rubiales, quien ayer se subió a un avión. Y Feijóo, que ha diferido su investidura a la segunda semana de septiembre a la espera de que blandeen algunos socialistas buenos de Extremadura o de Castilla-La Mancha o de que al PNV le dé un repente.

A nuestros efectos, el rey de la procastinación es López Miras, que no levantará el teléfono para llamar a José Ángel Antelo hasta un minuto antes de que suenen los clarines que anuncian la devolución del toro a los corrales. Qué manera de tenernos en un hilo. ¡Papa, llama! que decía aquella. Es fácil: se pulsa la tecla lateral que ilumina la pantalla del móvil, se abre el icono azul en que figura un teléfono, te sale la lista de contactos, escribes la letra A en la rejilla de la lupa, y aparecerá Antelo entre los primeros, se presiona el dedo sobre el nombre y... hola ¿qué tal? Y dejamos ya de tanto sufrir.

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