Diario apócrifo

Sabuesos olfateando

Bernar Freiría

Bernar Freiría

Me llegan noticias de que mi hija Cristina ha decidido posponer su divorcio, al menos, hasta después del verano. El motivo son las exigencias de Iñaki. He estado siguiendo de cerca el asunto. Todavía tuve que verle la jeta hace poco, cuando fui a Ginebra al cumpleaños y la graduación de mi nieta Irene. Menos mal que estaba su madre, Claire Liebaert, que es una señora auténtica y que me consta que no tragaba a la tal Ahinoa Armentia, la novia esa que se había echado el muy impresentable y que ahora parece que lo han dejado también. Vaya pieza el Iñaki. Lo han mandado, con acierto, a la segunda fila de invitados. Me repatea que mi exyerno saque tajada del asunto y viva a cuenta de nuestro dinero. Cuando existía el honor no hacían falta las cláusulas de confidencialidad. Pero va listo si no rebaja sus pretensiones.

Además, no puedo olvidar que el Caso Nóos marcó el principio de las complicaciones que me han traído aquí. Se metió con Jaume Matas en el Palma Arena. Mira que ya le había advertido yo de que estaba haciendo mal las cosas y él se empeñó en seguir, incluso después de una advertencia oficial porque se empezaban a ver las orejas del gazapo. Pero él, erre que erre. Y pasó lo que pasó, que el juez Castro encontró papeles, creo recordar que eran de una concesión a Nóos para organizar un evento, y le dio por tirar del hilo. El juez ese resultó ser un justiciero que puso todo su afán en disparar hacia arriba.

Hasta ese momento el Instituto Nóos era desconocido para el público en general. Pero aquel juez se empeñó en poner todo patas arriba y no paró hasta sentar en el banquillo a mi hija Cristina, nada menos. Y, por supuesto, a su marido, Iñaki Urdangarin. A partir de ahí, los sabuesos de la prensa ya no han dejado de meter las narices en mis asuntos. Y pensar que, al principio, a mí me caía bien el tal Urdangarin. Me rechinaban los dientes cuando veía fotos paseando por San Sebastián con esa cualquiera mientras no se había hecho pública su separación de Cristina. El colmo fue cuando me enteré de que quería ir a pasar unos días en nuestro chalé de Baqueira con la tal Ahinoa. Si será cretino el tipo. Se le debe de haber reblandecido en la cárcel el poco cerebro que tenía.

Afortunadamente, mi estancia en Sanxenxo sigue de maravilla.