Zihuatanejo

Moratalla

Caravaca y Moratalla siempre han ido de la mano, no se comprendería una sin la otra, y eso me pasa un poco a mí. Lo que soy, o lo que dejo de ser, no se entendería sin mis orígenes y mis andanzas en ambos territorios

Vista decla población de Moratalla.

Vista decla población de Moratalla. / Enrique Soler

Miguel de Capel

Miguel de Capel

Moratalla y Caravaca, tanto monta, monta tanto. Los dos municipios más bonitos de la Región, y a la sazón, los dos pueblos de mi niñez y juventud.

De padre del Campo de San Juan (Moratalla), y madre de El Moral (Caravaca), el destino hizo que mi familia se decantara por Caravaca. Pero nunca he perdido el contacto con la bellísima localidad de Moratalla.

Y es que, no en vano, cuenta la leyenda que el Rey Moro de Caravaca tuvo una desavenencia con la reina. Y esta, ni corta ni perezosa, decidió mandar a paseo al monarca, y se piró a un pedazo del territorio del reino, para allí gobernar a sus anchas. 

Al parecer, en el acto de entrega de los documentos de propiedad de aquellas tierras, el rey, desairado, le envió una misiva con la frase: «Pues si a ti bien te va, morate allá». Todo muy civilizado. Y de ahí surge, según la leyenda, el nombre de Moratalla.

Así es que Caravaca y Moratalla siempre han ido de la mano, no se comprendería una sin la otra, y eso me pasa un poco a mí. Lo que soy, o lo que dejo de ser, no se entendería sin mis orígenes y mis andanzas en ambos territorios.

Y hablando de correrías. La semana que viene comienzan en Moratalla las fiestas en honor al Cristo del Rayo. Cuenta la tradición que un 15 de julio de 1621, estando la iglesia parroquial llena de fieles, un rayo impactó en la imagen del Cristo crucificado, sin que nadie sufriera daño alguno.

Nótese, que he dicho que las fiestas comienzan la semana que viene, en concreto el 10 de julio. Cuando el hecho a conmemorar sucedió un 15 de junio. 

Todo tiene su explicación, y es que los ‘Eles’, como les gusta que los llamen, son muy listos. Porque durante el mes de junio se produce en la localidad la recogida del albaricoque, o como ellos le llaman, incluso les confesaré que hasta a mí se me escapa alguna vez: ‘Los albercoques’. Y eso en Moratalla ha sido siempre una religión. Ni un moratallero sin su huertecico de albaricoques. Y claro, en junio recogían la cosecha, y, por ende, cobraban las correspondientes ‘perricas’, y en julio se las gastaban en las fiestas de la vaca. Por eso las cambiaron de fechas. 

Pragmatismo se llama.

Yo, por mi parte, tengo mis tradiciones particulares por esta época. Normalmente, la mañana del día 11 de julio, me voy con mi primo Isidoro, lo más parecido que tengo a un hermano, a bañarnos al pozo del Somogil. Antes empalmábamos, y de la fiesta nocturna, nos íbamos a la diana, de ahí al encierro y de ahí al pozo. Pero los años no perdonan.

El resto de días, cuando el trabajo lo permite, me voy a mi peña. La Peña El Callejón. En mi peña, en las fiestas la comida la preparan los hombres. Y qué comidas, ¡cosa seria!, ríete tú de Gonzalez Conejero. Y de ahí con mi primo a la farola, a ver más de cerca a los morlacos. No sé si os he contado alguna vez que de pequeño quería ser torero. 

Antes me arrimaba más. Ahora soy más de pararme de peña en peña, donde por cierto, los moratalleros no te dejan que te vayas sin algún tipo de caldo frío en la mano. Así son los eles. Generosos y buena gente como ellos solos.

Y así van pasando los veranos y la vida misma, mejor entre gente buena y sencilla. Doy gracias por eso. 

Otro día hablaremos del gobierno.

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