Lo veo así

La soberbia de Podemos

Podemos arrastra desde su irrupción en la política española un problema de superioridad moral. Con su aparición ocurrió que, el que no coincide con sus postulados es, simplemente, un fascista. Una radicalidad en el lenguaje que está presente en todos sus líderes

María Marín en el cierre de campaña de Podemos en Murcia.

María Marín en el cierre de campaña de Podemos en Murcia. / NEO EKAI / LMU

Pity Alarcón

Pity Alarcón

La seguridad en uno mismo, en una misma, es una virtud: «la seguridad o la confianza en ti mismo implica sentirte seguro de ti y de tu talento, no de una forma arrogante, sino de una forma realista. Esta seguridad no significa sentirse superior a los demás. Se trata de saber, internamente y con serenidad, que eres una persona capaz». 

Lo que ocurre es que, a veces, ciertas actitudes nos hacen pensar que un exceso de seguridad en uno, en una misma, puede desembocar en la soberbia que se define como: «una característica personal o una actitud de la persona que cree tener una posición de superioridad o de privilegios frente a los demás. También podríamos referirnos a una persona arrogante, altiva, vanidosa o prepotente».

Sí, ‘superioridad moral’. Un problema que Podemos arrastra desde su irrupción en la política española. Se mostraron, se muestran siempre con tanta superioridad moral sobre el resto de los mortales que hasta han conseguido volver a la calificación que, en tiempos de Franco, se daba a los ciudadanos; dependiendo de si eran adictos al régimen o no. Era todo tan simple que, en este país, el que no era fascista era comunista. Así, sin matices. Porque, por supuesto, la palabra demócrata estaba proscrita. Pues bien, con la aparición de Podemos ocurrió igual: el que no coincide con sus postulados es, simplemente, un fascista. Una radicalidad en el lenguaje que está presente en todos los líderes de Podemos. Y María Marín, diputada de esta formación en la Asamblea Regional de Murcia no podía ser menos, y tras recoger su acta en la Asamblea declaraba a los medios que la suya seguirá siendo la «auténtica voz de la oposición», para colgar más tarde en las redes algo así como: «Ayer prometí mi cargo como diputada en esta XI legislatura. Vamos a seguir siendo la oposición real en la @asambleamurcia y la voz de la resistencia».

Un lenguaje un tanto belicista que, sinceramente, está muy fuera de lugar. Y está fuera de lugar porque, pese a la absoluta seguridad en sus capacidades, quizás bordeando la soberbia, la realidad se impone, y la realidad es que el PP tiene 21 diputados, el PSOE sacó 13, Vox 9 diputados y la formación de Marín consiguió los mismos de la legislatura anterior, 2: ni más ni menos. 

Y dos diputados dan para lo que dan, aunque admiremos en ella su gran capacidad de trabajo: el mismo que desarrollan todas las formaciones políticas con pocos representantes, que han de multiplicarse para hacer una labor digna. Y los dos diputados de Podemos la hacen, pero de ahí, a hablar con esa prepotencia media un abismo. Suponer que la auténtica oposición son ellos es despreciar la capacidad de los colegas de otras formaciones políticas que hacen su trabajo con menos ruido; quizás con más nueces, y con mucho más respeto hacia el trabajo de los demás que el que utiliza este partido que parece haber inventado el ‘agua caliente’. Porque no solo han descubierto eso de ser «la auténtica oposición» con dos diputados (como si el resto de la oposición fuesen todas y todos unos ineptos), es que, por ejemplo, el feminismo existe porque llegaron las mujeres de Podemos al Parlamento. Y esa superioridad moral de la que hacen gala con un infantilismo insoportable, les lleva a despreciar todo el camino recorrido a lo largo de muchos años, por mujeres que hicieron de su vida una continua lucha por la igualdad del hombre y la mujer, cuando las cosas no eran tan fáciles, cuando esa lucha les creaba problemas ante la sociedad.  

Sí, la seguridad en uno mismo es hasta recomendable, pero la soberbia, tal y como la define la RAE es un «sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos». 

De verdad: estas cosas terminan haciéndoles muy antipáticos, y antipáticas. 

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