La Feliz Gobernación

Irse de Murcia

La mayoría del electorado prefiere acogerse al refrán "más vale malo conocido que bueno por conocer"

El alcalde de Murcia, José Antonio Serrano.

El alcalde de Murcia, José Antonio Serrano. / Juan Carlos Caval

Ángel Montiel

Ángel Montiel

El escritor Tom Wolfe, autor de La hoguera de las vanidades y otras novelas fabulosas, publicó un artículo en la prensa norteamericana días después de las elecciones que ganó por segunda vez George W. Bush en el que aseguraba que cuando se dio a conocer el escrutinio se desplazó al aeropuerto John F. Kennedy, sección Salidas Internacionales, y esperó a pie de ventanillas durante un día entero para ver salir a los intelectuales que habían asegurado que abandonarían el país en caso de producirse aquellos resultados. Ni uno solo apareció por allí.

Traigo esta anécdota en relación a las previsiones demoscópicas que se van asentado acerca de que José Ballesta tiene todos los números para que le toque regresar a la alcaldía de Murcia. Los periodistas deberíamos ir tomando posiciones desde el día 29 por la mañana en la estación del AVE y en el aeropuerto de Corvera para, de confirmarse los pronósticos, hacer la foto del actual alcalde socialista, José Antonio Serrano, quien en una entrevista a La Opinión publicada el pasado 26 de marzo aseguraba: «Si vuelve a gestionar Ballesta nos tendremos que ir de Murcia».

Se supone que él lo haría primero, para ir abriendo camino. La foto con las maletas sería la prueba de que Serrano cumple sus promesas aunque no gane las elecciones. Pero es dudoso que lo hiciera, entre otras cosas porque su esposa, Lola Jara, saldrá elegida diputada, y eso obliga al arraigo familiar.

La cuestión poselectoral no está, sin embargo, en satisfacer la curiosidad sobre el cambio de vivienda de Serrano, sino acerca de qué va a hacer el PSOE si perdiera la alcaldía de Murcia y, a la vez, retrocediera en porcentaje y escaños en la Asamblea Regional después de haber ganado las anteriores elecciones autonómicas. Esto sí que es digno de consideración.

Ocurre que cuanto más insisten los socialistas en la mala gestión de López Miras y de Ballesta más aumentan las expectativas de éstos y más disminuyen las del PSOE. Esto significa, en pura lógica, que de ser verdad lo que apuntan sobre el PP, la mayoría del electorado prefiere acogerse al refrán «más vale malo conocido que bueno por conocer», es decir, que el problema no estaría en las méritos del partido que se da por ganador sino en los déficits del que pretende sustituirlo. A no ser que lleguemos a la consoladora conclusión de que el electorado se equivoca, que también suele escucharse en tales casos.

No haría falta irse de Murcia; bastaría con dimitir.

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