Cartagena D.F.

No solo de corrupción vive el Puerto de Cartagena

Puerto de Cartagena

Puerto de Cartagena / Iván Urquízar

Andrés Torres

Andrés Torres

Un amigo madrileño me felicitó por WhatsApp el otro día, sorprendido porque Cartagena ascendía al cuarto puesto del sistema portuario español en movimiento total de mercancías. «¡Guau, enhorabuena!», culminaba su mensaje. Personalmente, ni me va ni me viene, más allá de que la buena evolución de las fortalezas de mi municipio y de mi Región nos benefician a todos, pero sí me alegré de que una buena noticia sobre nuestro puerto y nuestra ciudad traspasara las fronteras de nuestra Comunidad.

Sí, claro, lo digo porque hace apenas un mes las noticias sobre la investigación judicial por presunta corrupción en la institución y la consiguiente dimisión de su presidenta recorrieron todo el país mediático. El tema no se ha olvidado a lo largo de estas semanas: que si le hacen la cruz los de su pueblo, que si Muñoz declara por primera vez, que si la huelga en los juzgados afecta a su caso… La situación de la ya expresidenta se ha seguido en plan minuto y resultado, al menos en nuestra Región, donde le hemos dado menos bombo y platillo a las buenas estadísticas del tráfico portuario y a que ya seamos el cuarto puerto de España.

Nuestro puerto, escarnios y escándalos aparte, lleva años, décadas tal vez, siendo un referente nacional en distintos tipos de tráficos y puede presumir de ser el más rentable de España, con beneficios anuales que rondan los 20 millones de euros, lo que le permite invertir en actualizar y modernizar sus infraestructuras y embarcarse en el desarrollo de nuevos proyectos para continuar con su tendencia ascendente y mantener su nivel de competitividad. El Puerto es un faro para la economía regional y, por supuesto, para la comarca de Cartagena, al que muchos colectivos e instituciones han mirado y siguen mirando para obtener fondos para sus proyectos, sin ir más lejos, los del propio Ayuntamiento, que va de la mano con la institución portuaria en la nueva apuesta del desarrollo de ciudad, para abrirnos de una vez por todas y definitivamente al mar, aprovechando para el disfrute de los ciudadanos el mayor tramo posible de costa de la dársena de Cartagena.

Ser el cuarto de los 46 puertos de interés general de España puede quedarse en una mera estadística, porque tendemos a cometer la injusticia de acostumbranos a que las cosas vayan bien y, en lugar de destacarlas, damos por hecho que deben ser así.

Mi opinión es que el mérito del puerto de Cartagena para alzarse con ese cuarto puesto es brutal, dada la discutida influencia política de nuestro municipio en la Región y el prácticamente nulo peso de nuestra Comunidad en el conjunto de España. Además, se puede considerar que, en realidad, ocupamos el primer puesto del segundo escalón portuario, dado que por encima nuestra ya solo quedan lo que desde la propia comunidad portuaria se denomina el ‘Big Three’ (los tres grandes), que son Algeciras, Valencia y Barcelona, por ese orden.

Los 36,5 millones de toneladas de mercancías que se han movido por los muelles de Cartagena en 2022 se quedan a años luz de los más de 70 millones registrados por Barcelona, de los más de 80 millones contabilizados en Valencia y los casi 110 millones de la inalcanzable Algeciras. Aún así, los portuarios de Cartagena pueden sacar pecho porque han ido ascendiendo escalón a escalón durante los últimos veinte años y han desbancado a puertos de nombre tan claro y singular como el nuestro, como Bilbao, Tarragona, Huelva, Gijón, Las Palmas o La Coruña.

Afortunadamente, nuestra situación geográfica es privilegiada, por su proximidad al Estrecho de Gibraltar y ser zona de paso para el transporte que procede del norte del Mediterráneo. Sin duda, esta ventajosa ubicación hubiera sido insuficiente sin un equipo humano que hubiera desplegado las velas para aprovechar el viento a favor del auge general del trafico portuario en los últimos años y que se prevé que siga aumentando en un mundo cada vez más globalizado. Además, las navieras, que son las que realmente tienen la última palabra para decidir dónde cargan y descargan sus mercancías, no entienden ni se dejan llevar por la política, sino por las ventajas económicas, la atención que reciben de los puertos donde operan y, sobre todo, por los resultados. Y, a juzgar por los datos, el Puerto de Cartagena les da resultado.

Por aquí, podemos seguir jugando a las quinielas sobre quién relevará a la expresidenta o centrar nuestra atención en una labor que no es nuestra, sino de los tribunales. Lo que no es de justicia es que seamos nosotros mismos los que provoquemos las vías de agua, en lugar de achicarla, para que el barco no se hunda y pueda seguir con el buen rumbo que mantiene desde hace más de dos décadas.

Suscríbete para seguir leyendo