Cartagena D.F.

Por sus obras los conocerás

Andrés Torres

Andrés Torres

Ímpetu, viveza, pasión son algunos de los términos con los que se define a una persona vehemente y no hay ninguna duda de que nuestro ilustre paisano José Luis Mendoza, que falleció el pasado miércoles, lo era. Hacía gala de una seguridad y una fuerza arrolladora y, allá por donde pasaba, se mostraba siempre dispuesto a colaborar y defensor de su cristianismo sin tapujos ni medias tintas, a pecho descubierto, hasta el punto de que buena parte de sus discursos públicos se impregnaban del mensaje religioso que ha imperado a lo largo de su vida.

Su vehemencia, su seguridad y su catolicismo al descubierto no siempre han sido bien entendidos ni bien atendidos por todos, algunos de los cuales se deshacen ahora, una vez fallecido, en elogios hacia su persona. Y es que como el torbellino que era, por donde pasaba, Mendoza no dejaba indiferente a nadie.

La mayor parte de las veces, los humanos tenemos la mala costumbre de valorar a las personas después de muertas, porque en vida, lo que más hacemos es juzgarlas. Cuanto más destaca alguien, más empeño ponemos en apuntarle con la lupa de nuestra estulticia y nuestra ignorancia. Podía caerte bien, mal o regular, pero el presidente y fundador de la UCAM deja atrás un legado y un ejemplo ante el que es imposible no descubrirse. Su Universidad Católica San Antonio, que siempre será suya, es su obra maestra, con la que ahora se alimentan de cuerpo, alma y espíritu miles de familias y de estudiantes. Su generosidad tampoco dejaba lugar a dudas, que ejerció como misionero en República Dominicana y también desde la propia Universidad, a la que convirtió en un referente del patrocinio deportivo universitario y de élite, pero que también colaboró con infinidad de instituciones de la Región y de su querida Semana Santa.

Su propia familia es un ejemplo de esa magnanimidad que le caracterizaba. Es más que numerosa, con nada menos que catorce hijos. Eso sí que es ir contracorriente. En una sociedad en la que planificamos hasta el color de las cortinas del piso de los hijos antes de decidirnos a tenerlos o no, Mendoza dio un ejemplo de desprendimiento desde su propio hogar. Tan contracorriente iba que no se amilanaba a la hora de meterse en auténticos jardines mediáticos en los que muchos ni siquiera se atreven a imaginar. Equivocado o no, solo Dios lo sabe, se sentía orgulloso de sus creencias y de sus pensamientos y, aunque hasta lo tacharon de irrespetuoso y retrógrado por defenderlas, en realidad, respetaba más a los que pensaban diferente de lo que lo respetaban a él aquellos que pretenden implantar un pensamiento único, el de ellos, porque todo lo que se salga de ese guion de lo políticamente correcto es arcaico, clerical, intransigente o hasta fascista, como se encargan de promulgar muchos que atentan contra la libertad, acallando o condenando las voces contrarias a su dictadura del pensamiento y de la acción.

Ya descansa en paz, pero su legado y su historia de éxitos no ha sido un camino de rosas, porque otro de los denominadores comunes que se vierten sobre quienes sobresalen es la envidia, corrosiva y destructora, de quienes no soportan que la entereza y el ejemplo de una personalidad arrolladora los silencie y se revuelven contraatacando y tratando de minar las buenas obras de la gente buena.

Quizá no sea muy oportuno entrelazar los elogios al fundador de la UCAM con la situación actual de la presidenta de la Autoridad Portuaria de Cartagena, Yolanda Muñoz. Espero que me disculpen si les parece inapropiado, pero trato de justificarla y razonarla. Poco o nada une al uno con la otra, salvo la Fiscalía. Porque a Mendoza se le puso en tela de juicio por el crecimiento urbanístico de una Universidad que ahora, cuando ya no está, todos le aplauden. Y, hoy, la dirigente portuaria preside las portadas regionales y algunas nacionales porque la Fiscalía ve indicios de supuestas irregularidades. Nadie tiene carta blanca y nunca más adecuado que en este caso aquello de cada palo aguante su vela, pero el problema es que aquí nos pasamos por el arco del triunfo términos como supuestas, presuntas o investigación. Pasamos directamente a cuchillo por el juicio mediático a quien nos conviene en cuanto nos lo ponen a huevo y nos lanzamos a la yugular para que se desangre por completo de cualquier rastro de inocencia. Sentenciamos, condenamos y vilipendiamos mucho más y, sobre todo, mucho antes que los jueces. Y, después, cuando la causa se archiva o te absuelven, si te he visto, no me acuerdo.

Lo que haya hecho o dejado de hacer de irregular la presidenta del Puerto de Cartagena corresponde determinarlo a los tribunales, si es que atendieran las querellas de la Fiscalía. Lo curioso es que hace casi dos años que se produjeron las supuestas denuncias por supuestas anomalías en la sede portuaria y es, precisamente, en este instante cuando sale a la luz el resultado de las pesquisas policiales y del fiscal. Seguro que solo es casualidad que las elecciones autonómicas sean la próxima e inminente escala política. Para quien aún no lo sepa, el presidente regional designa al presidente del Puerto de Cartagena con el beneplácito del Ejecutivo central. Y el cargo del máximo mandatario portuario es el mejor pagado en esta nuestra Comunidad. Pero esto nada tendrá que ver en señalar justo ahora a una mujer que lleva dos años trabajando sin cesar, como si tuviera el don de la ubicuidad, por promocionar a Cartagena y su Puerto, al que mantiene como líder en rentabilidad y que sigue creciendo en numerosas estadísticas, contra vientos y pandemias.

Me temo que esa pena del telediario que sufren algunos políticos por culpa de algunos de los suyos que acaban mereciéndosela ya haya condenado a Yolanda Muñoz a tener que soltar el timón de nuestro puerto, antes o después de las elecciones, pero, sobre todo, mucho antes de tener la oportunidad de demostrar si es inocente, cuando lo que hay que demostrar es si es culpable. Porque en este país, lo que se judicializa se eterniza. ¿Eso no es una injusticia?

No sería la primera vez que la condena mediática, acompañada de la presión política irrumpe en la carrera de un político de Cartagena. ¿Se acuerdan de Pilar Barreiro? ¿La alcaldesa a la que la historia atribuye la transformación de Cartagena que la mayoría alaban? Probablemente, sus cinco mandatos como regidora desaconsejaban que se enquistara en un sexto, pero no hay que olvidar que fue la más votada en aquellas últimas elecciones municipales a las que concurrió. La estrategia de demandas e imputaciones contra su gestión en los rimbombantes casos Novo Carthago y Púnica le restó los suficientes apoyos y le arrebataron la alcaldía. Probablemente, también las ganas de seguir peleando. Al tiempo, cuando los jueces archivaron toda causa contra ella, los daños ya estaban hechos.

El carácter más o menos vehemente o arrollador de una persona, sus creencias o formas de pensar, tan válidas como las de cualquier otro que respete al prójimo, la supuesta prepotencia que otorgan muchos años de poder o el tremendo ruido que hacen las noticias de presuntas corrupciones, cuando solo son presuntas, no nos dan licencia ni nos imponen la toga para sentenciar a nadie. «Por sus obras los conoceréis», dijo Jesús a quien quisiera escucharl en el sermón de la montaña, para que distinguieran entre verdaderos y falsos profetas. Como resumió una querida amiga mía ayer con tan solo tres palabras: Elecciones a la vista. Y esto es solo es el principio, si es que no es ya algo permanente. 

Tenemos que acabar cuanto antes con una sociedad y una política donde además de los pecadores, pagan también los justos.

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