La Opinión de Murcia

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Charo Guarino

La redención de Don Juan

Zorrilla en el Romea. De acuerdo con los cánones de la tragedia griega, Inés es el personaje en el que la peripecia resulta más evidente en la obra

En estos días de tránsito entre los meses de octubre y noviembre en toda España regresa a las tablas Don Juan Tenorio, y en Murcia, entre otros lugares, el Teatro Romea vuelve a ver en cartel la inmortal obra de Zorrilla que puntualmente viene recreando desde hace más de treinta años la compañía Cecilio Pineda, hoy con Julio Navarro Albero a la cabeza.

Pese a la cosificación de que es objeto la mujer en la obra, de lo que es claro exponente la primera escena, donde Tenorio y Mejía compiten en bravuconadas y crímenes de distinta índole en la Hostería del Laurel, es innegable la relevancia femenina en ella: así ocurre con las figuras de doña Ana de Pantoja o de Brígida, pero es doña Inés, la joven hija de don Gonzalo de Ulloa, comendador de Calatrava, la que adquiere el mayor protagonismo. Prometida a Tenorio, es ingresada en un convento por su padre para hurtarla del peligro que tal compromiso supondría para ella, dados los antecedentes del galán que se exponen con todo lujo de detalles en la mencionada escena. La inocente muchacha, con apenas 17 años, desconoce las lides amorosas y pese a su inicial reticencia termina cayendo en brazos del seductor que a su vez es cautivado por la candidez de aquella, sin que se consume carnalmente su amor.

Zorrilla en el Romea.

De acuerdo con los cánones de la tragedia griega, Inés es el personaje en el que la peripecia resulta más evidente en la obra: su papel pasa de víctima inocente a vehículo de redención del mujeriego don Juan, operándose a su través el milagro del perdón in extremis, para lo cual no vacila en oponerse a su padre, que incluso después de muerto mantiene la guerra contra quien le quitó la vida y fue el detonante de la muerte de su propia hija. La tensión del momento culmen de la obra no es menor por conocida. Tal como ocurría a los espectadores de las tragedias griegas, nosotros, espectadores del siglo XXI, experimentamos la catarsis renovada cada año al asistir a la representación y presenciar las calaveradas de don Juan, quien prácticamente hasta el último momento mantiene una postura de arrogancia que conforme se aproxima el fin de su vida se va dulcificando hasta ser vencida por el bien, representado por el amor de Inés.

Si el héroe clásico, desafiando lo prohibido como muestra de su superioridad frente al común de los mortales, se atreve a franquear la frontera entre el mundo de los vivos y los muertos por medio de la catábasis, e incluso hay quien lo hace impulsado por el amor, como en el caso de Orfeo, que trata así de recuperar a su esposa Eurídice, fallecida prematura y precozmente el mismo día de su casamiento, Zorrilla invierte el tema haciendo que sea la difunta quien regrese al mundo terreno en forma de aparición con el fin de conseguir el acto de contrición de don Juan que le redima de todos sus pecados y permita la unión postmortem de ambos.

Amor y muerte no se oponen en Don Juan Tenorio, sino que forman parte de un único plano en el que la fe, la esperanza y la caridad resultan vencedoras contra todo pronóstico y pese a todos los indicios. Si toda vida desemboca indefectiblemente en la muerte, eso no es óbice para que el amor, incluso aquel que no ha podido consumarse en vida, resista a las Parcas y gracias a la divina clemencia de un Dios misericordioso alcance la plenitud de una existencia perpetua. «Si es mi maldad inaudita,/ tu piedad es infinita», reconoce don Juan en lo que representa la asunción de su culpa, abriendo con ello la vía al perdón. Y en esta milagrosa alteración de las leyes naturales en la que vida y muerte se funden en un todo indisoluble la figura de Inés cobra un relieve que llega a hacer sombra a don Juan Tenorio precisamente arrojándole luz para liberarle de las tinieblas.

Acudan al teatro estos días de arrope, castañas y boniatos asados, de recuerdo y honra a los difuntos, pero también al amor vencedor de la muerte, como el de Perséfone y Hades en la mitología griega, igual que el de doña Inés y don Juan en el drama más popular del repertorio tradicional español.

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