Opinión | Así lo veo

Luis Rubiales, el orgullo de los débiles

Esta sociedad nuestra, que parece tan avanzada en eso de la igualdad entre hombres y mujeres, enseña sus costuras cuando un colectivo femenino defiende sus derechos. Sobre todo si ese colectivo, pongamos por caso las jugadoras de futbol, olvida que se mueven en un mundo absolutamente machista, al que le cuesta tomarlas en serio.

Y esto es lo que está pasando ahora con la selección femenina de futbol: ¿se imaginan lo que se hubiese armado, en todos los ámbitos de la sociedad española, si quince jugadores de la selección española de futbol hubiesen enviado un escrito denunciando la situación que están viviendo en la selección, por el trato que les da el entrenador del equipo?

Bueno, pues no ha ocurrido en la selección masculina, ha ocurrido en la selección femenina y las reacciones de quienes tendrían que decir algo en estos casos están brillando por su ausencia. Ha tenido que ser una famosa futbolista estadounidense, Megan Rapinoe, quien ha publicado una ‘historia’ en su cuenta de Instagram en la que apoya a las quince jugadoras: «Tenéis una decimosexta jugadora de pie junto a vosotras en Estados Unidos. Tantas jugadoras unidas como estas son muy poderosas, deberíamos escuchar». Pero, al parecer, las han escuchado muy poco.

El correo que las quince jugadoras han enviado a la Federación es muy claro: renuncian a la selección si no es cesado el seleccionador, Jorge Vilda, porque, al parecer, trabajar con él «está afectando de forma importante a mi estado emocional y por lo tanto a mi salud», por lo que «debido a todo ello, actualmente no me veo en condiciones de ser jugadora seleccionable para nuestro equipo nacional y por este motivo solicito no ser convocada hasta que esta situación no sea revertida». Es decir, en ningún momento del escrito se niegan a jugar con la selección española, pero la contestación que hace la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol, RFEF, es de un machismo indignante. Lejos de tener en cuenta la opinión de las jugadoras, se posiciona al lado de Vilda; un hombre, claro, en términos difíciles de calificar porque, aparte de reiterarle su absoluto apoyo, en el comunicado hecho público por los rectores del fútbol español, se afirma que «no se contará con las futbolistas que no quieran estar, pero se abrirá de nuevo la puerta si piden perdón». Así mismo, mienten al decir que no quieren estar e intentan humillarlas con lo de ‘pedir perdón’. ¿Con quienes creen que están tratando? Están tratando con mujeres que han hecho del fútbol su profesión y que coinciden en poner en cuestión las cualidades de Vilda para dirigir este colectivo.

Pero este estilo casa mucho con el carácter faltón y machista del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales. Un señor al que el exceso de testosterona le juega malas pasadas, porque, al parecer, ‘nadie le marca el paso’, por lo que su orgullo de adolescente, ese orgullo que poseen las personas inseguras, le ha hecho, más de una vez, quedar en evidencia. Como cuando cometió la estupidez de cesar a Julen Lopetegui como técnico de la selección de fútbol de España un día antes del inicio del Mundial de Rusia 2018, porque éste se había comprometido con el Real Madrid tras la finalización de dicho mundial. Y lejos de pensar en el bien del equipo, dio un zapatazo sustituyéndolo por Fernando Hierro, para quedar eliminados en los octavos de final; como no podía ser de otra manera, ante esta forma torpe de actuar.

Por cierto, el papel de Jorge Vilda, el técnico al que Rubiales tiene que defender es para analizarlo. Al parecer, desconoce qué es eso de la dignidad, que no es otra cosa que la «cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden». Pues eso. Él no dice ni mu.

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