Y la hormiga. Qué mejor fábula a las puertas de las vacaciones pensando en qué será de nuestras economías este otoño con los pronósticos nada halagüeños que dejan los organismos nacionales e internacionales que entienden de la cosa.

Parece que han acordado amargarnos la cervecita y la ensaladilla rusa (hay quien aboga por cambiar el gentilicio a ‘ucraniana’) acodados en la barra del chiringuito playero. Da la sensación que esos responsables a los que es muy difícil ver con arena entre los dedos de los pies arrastrando la sombrilla y las sillas de plástico camino de la disputada primera línea, se regocijan hablando de inflación, crisis energética, precios de la electricidad, pérdida de poder adquisitivo, paridad monetaria y demás.

Toda una jerga de lo poco bueno que nos espera a lo que se sumará mañana el Banco Central Europeo cuando arree a los hipotecados a púa variable dos bofetones a mano abierta, uno ahora en julio y otro en diferido en setiembre, en forma de subidas de tipos de interés.

Cuando la señora Lagarde pise ya a destiempo el freno de la marcha de las finanzas europeas, a los señores pasajeros doña deuda pública y su prima la de riesgo, así como a los señores mercados inmobiliario, inversor, laboral y empresarial más les vale que les pille con el cinturón de seguridad colocado si no quieren lastimarse cuando el coche de los 27 se termine dando de bruces contra el muro de la recesión.

Porque resulta que también este jueves el amigo Putin se colocará cual emperador frente al grifo del gasoducto que conecta con Occidente para deshojar la margarita ‘abro-cierro’ ante la agónica y apagada mirada de media Europa.

Este horizonte tan plagado de nubarrones lo contemplamos bajo el sol achicharrante de estos días y con la ansiedad de salir disparados hacia donde sea después de dos años sin un descanso como creemos que merecemos.

Con lo cual se presenta la siguiente disyuntiva acompañada de cosquilleo, reconcomio y temblorcillo de labios: mantener la ya menguada despensa monetaria acumulada en tiempos de reclusión para hacer frente a los primeros embates del otoño, el que pueda todavía, o quemar las naves a lo Hernán Cortés sin volver atrás las páginas de la libreta de la cuenta corriente.

Los primeros indicios de que esto que les cuento apuntanya a una moderada caída del consumo interno. En estas tribulaciones andamos. Usted, ¿por qué se decanta? ¿por hacerse hormiga o cigarra?

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