La Opinión de Murcia

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Santiago Delgado

De vuelta

Santiago Delgado

No llamen laguna al Mar Menor

El Mar Menor no es un lago ni una laguna. Lagos o lagunas son los Lagos de Enol, en la alta Asturias; el Lago de Sanabria; la Laguna Negra de Machado, en Soria; o las Lagunas de Ruidera en La Mancha. Y tampoco es laguna salada. Las lagunas saladas son las salinas de interior; de las cuales tenemos en la Región un buen número de ellas. Por cierto, habría que reconocerles su importancia histórica integral, y difundir su existencia como valor patrimonial de máximo nivel. Me consta que el Gobierno regional anda en ello. Ánimo. Tampoco es una albufera. Una albufera, la de Valencia, sin ir más lejos, es la desembocadura del Turia y el Júcar, defendida del agua del mar por esclusas, que preservan la naturaleza dulce de las aguas de dicha extensión de agua, tan rica en arroces y en angulas.

¿Qué es el Mar Menor entonces? Pues una parte del Mar Mayor. El Mar Mayor es un triángulo con vértices en Cabo de Palos, Puerto de Pinatar e Isla Grossa. El resto hasta Beirut es el Mediterráneo con sus mares parciales por doquier. Bien, así las cosas, este Mar Mayor es el padre y la madre del Mar Menor. Quien es un intruso es el río Albujón. Sí, río Albujón, ya no Rambla de El Albujón. Y lo es, no desde que hay agricultura intensiva en los Campos de Murcia y Cartagena, sino desde que las depuradoras de Fuente Álamo y Torre Pacheco vierten a su cauce las aguas residuales, humanalmente nitradas y fosfatadas, que están haciendo destrozos en la naturaleza salada del Mar Menor. El Mar Menor, es, si se me permite el abuso del lenguaje, un marmenor. Hay otros muchos, por ejemplo, los de Nador y de Sète, en Marruecos y en Francia respectivamente.

Este marmenor nuestro tiene dos enemigos. Ninguno de ellos son las golas, desde Marchamalo a La Encañizada. Sus enemigos son el río Albujón y el aterramiento desde la costa.

Por el primero, el agua se vuelve dulce, y produce en las inmediaciones de la desembocadura raras algas verdes, que se nutren de las nitradas y fosfatadas aguas fecales; por ello, aumentan y proliferan, y se chupan el oxígeno del agua: la conocida anoxia, que mata peces y otras especies marmenorenses.

El aterramiento se combate con agua, pero con agua salada, que es la propia de ambos mares, Mayor y Menor. En los sesenta del siglo pasado, ese equilibrio entre Albujón seco la mayor parte del año, golas equilibrando flujos y danas –que aún se llamaban borrascas– produjo un ‘status’ de salinidad que se tomó como ideal. Pero, como todo en la naturaleza, fue evolucionando. Las aguas del Mar Mayor entraban y salían del Menor, como siempre. Pero el agua dulce y sucia del Albujón aumentó su aportación. Resultado, el actual Mar Menor, enfermo, pero no moribundo.

A este marmenor hay que desviarle por bombeo esas aguas malignas hasta las depuradoras del norte del enclave. Depuradas, saldrán dulces, pero limpias, a donde ahora salen las que ahora reciben, y que el ancho mar, ahora Mediterráneo, las sabe diluir con los vientos y oleajes, como se hace en Barcelona, Nueva York o Nápoles.

Dejen que el padre/madre Mar Mayor restablezca salinidad, y la evaporación, poco a poco restituirá la salinidad que se tomó por ideal. Si llamamos laguna al Mar Menor estamos certificando que es el agua dulce su naturaleza y destino. Y no es así. Bombeo del Albujón, y abrir las golas, sobre todo la de Marchamalo, enfrente de la intrusa agua nitrofosfatada del río que decimos, antes seca rambla estacional e inocua en este equilibrio.

Pero el lenguaje es libre. Ustedes mismos.

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