La Opinión de Murcia

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Jutxa Ródenas

Erre que erre (Rock’n’roll)

Jutxa Ródenas

Cupido y el gran pez

Y mira que no soy pidona; que oye, yo con un poco de respeto, risas, complicidad, buen sexo, gratitud, esfuerzo, aprendizaje, generosidad, abrazos, buen sexo, fidelidad, atención, comunicación...

Se me está haciendo eterna esta semanita de pétalos y envoltorios. Y es que, cuando el amor hace trampa, toca resolver la neura de las cosas del querer con uno mismo, que no es poco. Lo dijo Tim Burton a través de su Edward Bloom en Big Fish (2003): dicen que cuando conoces al amor de tu vida, el tiempo se para, y es verdad. Bueno, en mi caso, la vida sigue a ritmo de la sonda Parker Probe, y sin perspectiva de frenar. Y es que, siempre lo digo «El amor es para los valientes, a pesar de la distancia». Y febrero se ha convertido en un mes insípido, más que de costumbre.

Febrero, el mes del amor para la mayoría, con independencia de si se acuerdan o no el resto del año... Esa marca registrada en el calendario de los centros comerciales. Ese día en el que a todos, de forma inconsciente, nos surgen un millón de dudas al cuestionarnos si la pareja que camina a nuestro lado es la ideal o la que nos merecemos.

Una vez medio aclarada esta cuestión, pasado San Valentín, doy fe de que se precipitan demasiadas rupturas aunque también influye el nivel de pusilanimidad del que te deja. Pero eso es una opinión personal, que no me han educado a mí en los mejores colegios para andar calificando a nadie. La culpa es absolutamente mía por fijarme siempre en tibios, con esa indiferencia que los caracteriza. Gente sin obras, que ni frío ni caliente. Que no lo digo yo, lo dice el Apocalipsis 3:15-16. Para muestra, mis últimas relaciones digamos importantes, por las que me habría jugado todo a una carta, me han dejado justo la semana antes de la fecha que otros acaban de celebrar.

Y mira que no soy pidona; que oye, yo con un poco de respeto, risas, complicidad, buen sexo, gratitud, esfuerzo, aprendizaje, generosidad, abrazos, buen sexo, fidelidad, atención, comunicación, confianza, apoyo, aceptación, coincidir en gustos musicales y buen sexo, ya me doy por satisfecha. Y no celebraré estos días el amor conyugal, pero cero quejas, que no ando escasa de momentos de felicidad que me regala la vida.

Ayer, sin ir más lejos comentaba con el cirujano al final de un turno interminable que, por mi parte, nada que celebrar. Me miró intransigente, casi perdonándome la vida y me dijo, sentenciando: «¿Tienes menos de 40 años y un cáncer de esófago o de páncreas como los que hemos diagnosticado hoy? ¡Pues mira si tienes que celebrar! así que, cuando salgas, procura que la cerveza que tomes esté bien fría y cuando la alces, sonríe, vive y disfruta de ti y de los tuyos hasta que tu vida se detenga». Y pensé en Sandra Templeton antes de convertirse en la señora Bloom, y supe celebrar mi San Valentín conmigo misma.

Porque en ese día, el amor propio, es el realmente importante.

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