Un halo de misterio e inquietud es perceptible en los cuentos de Hans Christian Andersen. Melancolía y desencanto llevan al autor a buscar un refugio en el mundo del arte, de la escritura, y también en la elaboración de una mitología personal a partir no tanto del legado atemporal del folclore europeo, como de los elementos constructivos que toma de su propio interior, de sus miedos, esperanzas y obsesiones. En 1848 publicó La Sombra. Es uno de sus relatos más inquietantes. Cuenta cómo un hombre, buscador honesto de la verdad, que se encuentra de viaje por latitudes meridionales y calorosas, es doblegado por las altas temperaturas, mientras contempla cómo la caída de los rayos de sol provoca la proyección de largas sombras sobre las paredes blancas. Frente a su alojamiento un edificio llama su atención y tras sus ventanas entrevé una misteriosa presencia femenina. 

El Sabio expresa entonces un anhelo secreto: entrar en aquella casa y presentarse a la desconocida, cuya figura le atrae. Por encima de todo desea que una parte de sí mismo, su Sombra, igual que se proyecta sobre las paredes del edificio, pudiera separarse del cuerpo y entrar en él para volver de nuevo y contarle cómo son los aposentos de aquella morada y quién pueda ser la persona maravillosa que ahí vive. Al día siguiente el Sabio descubre que su Sombra ha desaparecido. Alucinado y confuso, parece resignarse con tan peregrino acontecimiento; pero como una nueva sombra comienza a crecer bajo sus pies, da por sentado que el extraño episodio ha quedado zanjado.

Los años pasan y el Sabio recibe la visita de su antigua Sombra, convertida ahora en un caballero de mundo. Mientras el Sabio languidece bajo el peso de las convenciones de una vida burguesa a la que nada interesan ni sus investigaciones ni las líneas que trabajosamente escribe, la Sombra solicita el reconocimiento formal de su libertad por parte de su antiguo amo, a quien además le pide que lo acompañe en un viaje durante el que podrá calmar su alma decepcionada. Progresivamente la Sombra va colocándose en un plano de superioridad frente a su pasado dueño, a quien hará pasar ante los ojos de todos primero por su asistente y luego simplemente por su sombra. El Sabio experimenta un último sentimiento de rebeldía tardío e inútil. Completamente dueña de la situación, la Sombra, emanada de los deseos más oscuros del Sabio, acaba asumiendo y robando completamente la vida de su antiguo señor. Todavía en aquel momento fatídico, la Sombra explica al Sabio la fuente de su poder, cuyo origen se remonta a aquella noche enigmática, olvidada solo aparentemente, en que fue enviada a explorar la morada de una dama. Aquella dama, cuenta el funesto espíritu, no fue otra que la Poesía misma en forma de mujer. Ese encuentro con la llave que abre y cierra todas las puertas lo cambió todo. Fue a partir de entonces cuando la Sombra desarrolló una vida completamente autónoma y escindida del Sabio, independiente de su mente y de su razón, para desarrollar una existencia primero oculta y nocturna, hasta que, gracias a su condición demoníaca que le permitía asistir a todas las conversaciones y espiar a todos, la Sombra accedió al conocimiento de los secretos y las necesidades humanas, alcanzando así el triunfo social, la riqueza y aquella apariencia de gran caballero con que se había presentado al Sabio.  

Las regiones del misterio son un mar insondable, habitado por seres desconocidos, cruzado por relieves y accidentes de los que nada saben las cartas náuticas. Confiamos en poder cartografiar el ignoto lecho marino que se abre ante nosotros para explotar esas riquezas. Estimulados por el deseo de descorrer el velo de todo lo oculto, descendemos a las profundidades abisales sin saber qué vamos a encontrar en ellas, y si nuestra consciencia soportará la enorme presión de aquellas aguas tenebrosas, adonde jamás llegó la luz de la razón. El enigma sublime y poético, nos arrastra hacia él. Al Sabio del relato le ha ocurrido como al poeta Omar Khayyam, que mandó su alma a sondear el abismo, y esta volvió con una inquietante embajada: «Yo soy soy el Cielo, y el Infierno».