Un grupo de científicos (se desconoce si locos o frikis) , integrado, nada más y nada menos, que por 13 premios Nobel, entre otros, crearon hace años ‘el reloj del apocalipsis’, en el que establecieron una cuenta atrás para la autodestrucción de la humanidad, esa que se empeña en hacer las cosas mal, una y otra vez, y que tropieza dos veces, no ya en la misma piedra, sino en el mismo pedrusco.

Ese ‘reloj del apocalipsis’ tenía en el cambio climático una de sus manecillas que, inexorablemente, hace avanzar el tiempo hacia ese punto final sin retorno, una circunstancia que parecía más lejana, pero que en estos momentos se antoja un escenario posible por la falta de medidas de los gobiernos y por la ausencia de sensibilidad de las cadenas de producción y de los habitantes de este planeta. En definitiva, una autodestrucción impuesta por la forma de sociedad establecida basada en la explotación de la Naturaleza.

La capital de la Región tiene actualmente su propio reloj del apocalipsis, con una fecha ya marcada: el 3 de diciembre, día en el que el transporte público de Murcia sufrirá una revolución. Y no de las que harán el milagro de contentar a los usuarios o de meter a Murcia en el siglo XXI con modernos autobuses, rutas alternativas de movilidad urbana con frecuencias adecuadas y paradas a tutiplén, o puesta en marcha de servicios eficientes y planes de movilidad tendentes a abandonar el coche privado.

Nada de eso llegará esta semana. Todo lo contrario. Será una especie de ‘black friday’, una coyuntura apocalíptica en la que el caos y la desinformación llegarán a límites nunca vistos. Los culpables, los de siempre: las administraciones y los políticos que las han comandado, que no se han preocupado hasta ahora de ordenar un servicio deficitario, caro y más propio de ciudades bananeras que de grandes capitales o del séptimo municipio de España.

La Comunidad y el Ayuntamiento de Murcia tendrían que haber hecho la transición de asunción de competencias por parte del consistorio capitalino hace años y deberían haber trabajado duro para hacer una planificación que ordenara y estableciera las bases para un uso del autobús masivo por parte de la población con rutas que satisficieran las necesidades presentes y futuras. Al mismo tiempo deberían haber comenzado a dar cumplimiento al PMUS de la capital, que data de 2014 y que sigue cogiendo polvo.

En ese plan se establecía un horizonte temporal de ocho años para su cumplimiento, una fecha que se quedará en los anales de la incompetencia política, como también lo harán las previsiones que contemplaba: el tranvía como medio de transporte vertebrador, los caminos escolares seguros en 162 colegios, la peatonalización masiva de calles (entre ellas en la zona de Santa Eulalia), la construcción de intercambiadores entre los diferentes modos de transporte y movilidad (peatonal, ciclista), que se preveían en Plaza Circular, Glorieta de España, Jardín de Floridablanca, Estación de Autobuses de San Andrés y Estación del Carmen. Una carta a los Reyes Magos que hizo el entonces alcalde, Miguel Ángel Cámara.

Tras esta misiva, José Ballesta hizo la suya en 2019 con el plan Muévete, en el que planteaba el tranvibús como vehículo vertebrador y en el que anunció un sistema de alquiler de bicis, patines y motos eléctricas en cada barrio y pedanías. El sistema supondría también la creación de un bono único que permitiría acceder tanto al transporte colectivo y al individual (movilidad eléctrica) como al aparcamiento intermodal, con tarifas simples y económicas, información fiable en tiempo real, y el uso de las nuevas tecnologías, centralizando la información en el CEUS (Centro único de Seguimiento), el cerebro de la ciudad inteligente que estaría ubicado en Abenarabi. Guau, qué pasada todo.

El gran drama de todo esto es que mucho antes de esos anuncios ya se recogió en el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de hace casi veinticinco años una serie de medidas sobre transporte urbano y construcción de infraestructuras para mejorar la movilidad sin que se hayan llevado a cabo como estaban previstas. Prepárense para el apocalipsis. Por nadie pase.