No lo hagamos. Son días en los que rozamos la euforia cuando nos enfrentamos aquí en casa a lo que algunos se atreven a llamar «los últimos coletazos de la pandemia», fruto de la caída de la incidencia de la enfermedad entre los más vulnerables y gracias al prodigio de la Ciencia de haber inventado en tiempo récord vacunas que funcionan.

Pero no perdamos la memoria ahora que podemos salir con cierta precaución sin mascarilla a las calles anchas y a que son los jóvenes los que, casi sin padecerlo, se pegan los unos a los otros el coronavirus acelerando la inmunidad de grupo.

Su sentimiento de inmortalidad, su afirmación de fortaleza física al tiempo que de desafío a la norma han vuelto a poner el foco en ellos a la hora de apuntar con el dedo a los culpables de que no cedan del todo las estadísticas. Parecidos contagios masivos ya se sucedieron en los peores momentos en fiestas de residencias de estudiantes con cientos de contagiados y las noticias no trajeron tanta alarma aún cuando era muchísimo mayor el riesgo de transmisión a familiares, entonces expuestos sin protección a lo peor del bicho.

Lo que ahora mismo debería ser prioritario, además de completar la vacunación con cierta premura de los mayores de 60 años, es cómo lograr solidariamente que países con menos recursos, aquellos muy densamente poblados en particular, logren inmunizar a sus ciudadanos para evitar cientos de miles de muertes y, egoístamente, para que no generen cepas más resistentes.

Tengamos al mismo tiempo presente que en esta Región han fallecido más de 1.600 murcianos que no llegaron a conocer la vacuna. Muchos murieron como apestados, en una habitación de aislamiento o entre tubos y sondas de una UCI blindada contra las despedidas familiares por un miedo al más que evidente peligro de contagio.

Lo desgarrador de aquellos días de ataúdes sellados y conducidos al cementerio en despedidas que desprendían impotencia, soledad, desamparo e incomprensión, no se nos pueden borrar de las imágenes que nos dejará esta maldita plaga. Decenas de miles de allegados lo llevan muy presente.

Un 22 de julio de 2020 el gobierno regional organizó un acto en memoria de las víctimas de la pandemia que sonó igualmente a homenaje de victoria frente a tribulaciones. Entonces eran 151 vidas y nos sobrecogió el alma.

¿Qué haremos este mes que viene para recordar a las 1.500 más que van ya desde entonces?

No olvidarlos, nunca.