Es curioso cómo aplaudimos en la ficción las mismas historias que criticamos cuando se dan en la vida real. La otra noche, en el programa de Risto, se aludía a una de las películas de amor más top del mundo: Los puentes de Madison. En concreto, a esa escena en la que Meryl Streep va en el coche con su marido y delante tiene la camioneta de su amante, y llueve mucho, y ella está a punto de abrir la puerta para irse con Clint Eastwood y dejarlo todo. A la Meryl de la película le gritaríamos «abre la puerta del coche, vete con él, que triunfe el amor». Sin embargo, si Meryl fuese nuestra vecina, nuestra hermana o nuestra mejor amiga, seguramente le diríamos «tía, no seas loca, piensa en tus hijos, no lo pierdas todo, eso no es amor, es enamoramiento». Quizás por esa misma contradicción se apresuraba Cristina Cifuentes (la invitada del programa que eligió esa película) en dejar claro que ella lloraba con esas historias en pantalla, pero que en absoluto le había pasado algo similar en su vida. Porque imaginen el escándalo. El mensaje está claro: mujeres del mundo, amen ustedes en secreto. Si en unos años hallan su diario y hacen una película de su vida, ya les aplaudirán. Mientras tanto, para amar mucho y de verdad, nadie necesita público.