Ha sido en estas fechas navideñas, cuando hemos sabido de las dificultades económicas que abocaban al proyecto de La Casa Habitada de la Fundación RAIS a cerrar las puertas del último reducto que les queda a algunos de nuestros ciudadanos para tener un techo durante el día, para poder ducharse, lavar su ropa, un techo bajo el que cobijarse, un plato de comida caliente. También su alma encontraba consuelo en las personas con las que podían compartir experiencias vitales y apoyarse para ver nuevos estímulos, nuevos caminos que les ayuden a recuperar el control de sus vidas. Retomar sin miedo o desconfianza una parte de la realidad y de una vida de la que han sido expulsados. La crisis ha dejado a mucha gente en la estacada, tan desnortadas han quedado sus vidas que su brújula también ha resultado averiada. Esas personas tienen rostros e historias que les harían pensar sobre el asunto€

Un joven voluntario que prestaba servicios allí, alarmado y asqueado por lo que veía venir, acudió a la sede de mi partido, el PSOE, para contar lo que estaba pasando, para pedir ayuda, para ver si con el asunto de los presupuestos se podía hacer algo. Supongo que lo mismo debió de hacer con el resto de partidos políticos€

La Fundación RAIS tuvo que cerrar las puertas de La Casa Habitada el 31 de diciembre, y desde entonces cuente usted los días que Máximo, Mari, Mario, Merche y tantos otros siguen tocando puertas e intentando que su casa y la de tantos otros compañeros de penurias se reabra.

Pasé una tarde con ellos en su concentración en La Merced, les escuché, como pudo hacer todo el que se acercara por allí para interesarse por el asunto, supe de sus historias, de sus desdichas y hasta de sus sueños.

Respiré con ellos y con los voluntarios que les acompañaban en su especial cruzada, la desesperanza de lo inevitable y la angustia de perder lo poco que les queda en sus vidas, rotas por historias personales duras y desgarradoras. Aunque por encima de las cuestiones individuales anteponían el bien común, confesaban que luchaban por ellos y por los que vendrán. En sus encendidas defensas de lo que era el Centro de Día para ellos y en la miradas de los voluntarios, para los que no tengo palabras suficientes para alabar lo que hacen, se encuentra la mejor justificación de por qué no debemos dejar que proyectos así acaben por falta de unos recursos que han de llegar.

Nunca deberíamos permitir el cierre o la interrupción de un proyecto social mientras éste sea necesario, y podemos afirmar rotundamente que La Casa Habitada, sita en La Merced, sigue siendo el único sostén de setenta personas que lo utilizan cada día.

La Fundación RAIS realiza una magnífica labor, pero no pueden con todo si no reciben mayor apoyo desde las instituciones. Dice el presidente Pedro Antonio Sánchez que su Gobierno no dejará a nadie que lo necesite de lado, y así debería ser. Por eso, desde aquí vuelvo a hacer una llamada para que se reconsidere la necesidad de apoyar económicamente a la Fundación RAIS con este proyecto que todavía sigue necesitando nuestra ciudad.

Nuestra sociedad es muy generosa con los más necesitados; los voluntarios son la muestra y la prueba de que un mundo mejor es posible, que en nuestra juventud está el germen de ese mundo y es en este caso la Administración la que debe dar respuesta a una emergencia social que no podemos maquillar, que no son datos ni estadísticas€

Hoy me acuerdo de Merche, una usuaria que me regañaba por la falta de fuentes públicas en Murcia. «¿Dónde beben los niños? ¿Dónde bebemos nosotros?...»

La sociedad murciana lo ha pedido con las miles de firmas recogidas en la calle; los voluntarios han puesto la voz y el grito en las redes sociales para llamar nuestra atención sobre el asunto, lo han hecho por su único compromiso con las personas a las que cuidan; la Fundación RAIS ha puesto a disposición de los más necesitados alternativas reales para paliar el problema. Todo estaba funcionando pero faltan los fondos de nuestra Administración para continuar el proyecto. Ciento veinte mil euros tienen la culpa, como suele decirse. Ahí es nada, son perfectamente asumibles por el actual Gobierno. Si quieren un enfoque más frío, la atención médica de las consecuencias de tenerlos en la calle, entre cartones, en los portales, en los cajeros automáticos, es posiblemente más cara€

Una voluntaria, farmacéutica de profesión, me contaba que les controlan la medicación, les facilitan las instrucciones para la llevanza de sus procesos crónicos, que algunos de ellos están tan rotos que no saben cómo llegar a los servicios sociales o las redes sanitarias.

Tenían un salvavidas y se lo han pinchado€

Espero que el Gobierno reflexione y si da la espalda a lo que le pedimos en la Asamblea, al menos ahora actúe con un poco de alma y ponga en práctica lo que aprendimos de un tal Mateo, que contaba lo que dijo en sus enseñanzas ése que estos días acaba de nacer: «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis, estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí».