A veces, lo que no comienza con la palabra arranca su andadura con una sencilla y sonora pedorreta. Cuando la flatulencia (nombre horroroso para un acto de lo más humano) decide por su cuenta y a costa de nuestro riesgo dar la cara en el momento y la compañía menos idóneos suele desencadenar tres tipos de consecuencias: en la mayoría de los casos, el trasero traicionado disimula lo indisimulable mientras el resto de afectados maquilla igualmente la incomodidad de la situación para no herir los sentimientos del otro, eso sí, con muecas clarividentes con las que dejar patente que ellos no han sido; para un grupo privilegiado de personas que nunca duda de que reírse de uno mismo es más sano que un buen plato de fabes, reconocer inmediatamente la autoría con una gran sonrisa y hasta alguna que otra carcajada es la manera natural de reaccionar ante la natural pérdida corporal de los gases intestinales; y para finalizar están los que terminan dándole un poder tan sobrenatural como negativo al pedo, provocando situaciones tan asombrosas como la vivida en Valencia esta semana: un ´peante´ despistado provocó a otro que dejó salir su obra por propia voluntad y a modo de burla, desencadenando una discusión que acabó a tiros.

¡Ay! es que el pedo es una cosa que no deja indiferente a nadie. A la mismísima columnista Carrie Bradshaw (Sarah Jessica Parker) un aire mañanero de bajos vuelos le costó un buen insomnio y la relación con Big, el hombre de su vida. El pedo es en sí mismo un personaje, un verdadero ente con tan relevante como merecido protagonismo en la historia de la humanidad. Hasta el más universal de nuestros escritores le dedicó unos buenos párrafos en la obra de obras, El Quijote, aunque en su versión vaginal. Sí, la ventosidad vaginal también existe y hasta aventaja por carecer del incómodo rastro olfativo.

¿Cómo es posible que dejar escapar o mal retener un gas intestinal tenga tanto poder de influencia? Quién sabe si este elemento volátil tan misterioso no ha tenido algún tipo de protagonismo en las rondas individuales que ha mantenido Pedro Sánchez con sus parejas de baile. ¿Peerá mejor Rivera que Iglesias? No sé, pero un hecho que ha dado tanto que hablar y escribir desde Aristófanes hasta Julio Cortázar o Benjamin Franklin con su famoso «Pee orgullosamente» no es como para tomárselo a la ligera. Incluso se le reconoce a la flatulencia una poderosísima acción destructora, y no me refiero a la ruptura de relaciones, sino a las contaminantes ventosidades de granja.

Un pedo es mucho más que un simple ruido con rastro, más que una señal olfativa; recuérdelo la próxima vez que se encuentre con él cara a nariz.