Reconozco que nunca he sido un romántico, pero el otro día cogí un papel y una pluma -de las de antes- y me puse a pensar en lugares donde me quedaría el resto de mi vida. Para siempre: En un concierto de Los Planetas, de Iván Ferreiro, de Los Dinamitas, de los Honkey Tones, de P y Los Jotas, hablando con Jack Lemmon en su apartamento mientras hace espaguetis con una raqueta de tenis, en una película de Woody Allen, en el vagón de tren de ´A hard day´s night´, en el minuto 116 y siguientes del Holanda-España de Johannesburgo, en el Barcelona-FC Cartagena de la Copa del Rey 2013-2014, en una quedada universitaria con ´el Moli´ tocando la caja, en el Miscelánea (Roma), en el Joshua Tree (Florencia), frente al David de Miguel Ángel, en la Capilla Sixtina, en Mcshorley´s (Nueva York), en Calblanque, en la tienda de cristales de El Alquimista, en cualquier rincón de Venecia, en una Nochevieja desde 1980 a 2012 en casa de mi yaya, en una mañana de Reyes, de pinchos por Santander, por Bilbao, de dobles por Madrid, en el

Chinguirito, en el reservado de Honderos

Baleares... pero, sobre todo, entre sus brazos.