Sí, los personajes cursis que rinden una genuflexión, reverencia o agachamiento ante el ciudadano Rey ejecutarían la misma pirueta y por idénticos motivos ante un presidente de la República o un Franco. Esta fijación democrática con los asistentes a convocatorias regias nos impide concentrarnos en el otro lado de la escena, donde los Reyes deben avergonzarse cuando un patán se les arrodilla esforzadamente como si fueran los vicarios de Mahoma en la Tierra. Eliminando de la ecuación a los contorsionistas con corbata y tacones, el veraneo mallorquín de Letizia Ortiz y Felipe de Borbón „¿no estamos en que Iñaki supera en importancia a Cristina?„ ha sido más jugoso de lo previsto. Sin incurrir en el degradante periodismo psicológico, los miembros de la Familia Real de vacaciones en Mallorca han transmitido una sensación de alivio por la abdicación del Rey. Se han liberado, ya lo he dicho y no pienso dar marcha atrás. Al cargarse a España sobre los hombros, Letizia y Felipe se han quitado un peso de encima. La sensación de alegría que destilan no se debe principalmente a una corona que a todos nos enorgullecería lucir sobre nuestras cabezas, sino de nuevo a la liberación tras la agotadora tarea de cuidar en público a un enfermo de dudosa estabilidad. A los Reyes se les ve más sueltos, con el aliciente adicional de que el sustituido Juan Carlos de Borbón ha logrado por fin la evasión que deseaba. De ahí que Sofía de Grecia se haya sumado como una Reina más, que no de más, a la recepción de las convulsiones y retortijones de los súbditos casposos en los besamanos. A Rey no muerto, Rey puesto. Al contrastar a Felipe de Borbón con la misma isla de todos los veranos, se comprueba que aquel príncipe pensativo y derrotado por la falencias paternas ya puede reinar a gusto en su propia vida, el resto siempre es un enigma. La emancipación no solo afecta al Rey Hijo y a Letizia, sino también a la Reina. Sobre todo a la Reina. Van a instaurar por lo visto una especie de triunvirato, figura que históricamente depara emociones fuertes hasta que un miembro del trío se erige en solista.