Ya es un clásico. La imagen del señor o señora a trompicones arrollado/a por la multitud que accede a uno de los grandes almacenes de cualquier gran capital, pronto los informativos abrirán con ella el sumario del día en las cadenas de televisión. Se entiende como un privilegio protagonizar el empujón de la masa, algo así equivalente al turista un millón. ¡Mira, el abuelo ha sido el primero! Un orgullo al que ha que sumar la captura de la prenda o el objeto de deseo, oscuro o claro, pero siempre con un margen de descuento considerable.

Parte del público consumista se lleva grandes sobresaltos y disgustos cuando comprueban que la misma mercancía, los mismos pares de zapatos o pantalones o sujetadores, que compramos con gran sacrificio para Reyes tan solo unos días antes, haciéndole, incluso, sangre a la tarjeta de crédito, están ahora mucho más baratos.

Pero el negocio está así montado y aunque es un misterio entender los márgenes comerciales con que operan para que sea posible el beneficio en todo tiempo, y también, por qué no, la fuente de ingresos que tiene la clientela para gastar de noche y de día, sea invierno o verano, el caso es que todo encaja a la perfección y nadie suprime del calendario el fenómeno comercial de las rebajas.

Lucha sin cuartel por las braguitas azules o por las camisas a rayas o por el edredón de plumas de ganso del Paraguay; da lo mismo, todo se vende a pesar de la crisis, o quizá por ella, todo se compra. Durante algún tiempo estas mercancías han sido acechadas como pieza de caza mayor, por su futuro adquiriente, durante semanas se ha pasado visita diaria para comprobar que seguía ahí disponible; y se han invocado los cielos para que resistieran hasta el día del empujón, el siete de enero. Y ahora la encontramos ante nuestros ojos con sus encajes, o sus ribetes, o sus flecos, o sus colores llamativos, o su diseño a la penúltima, con el suave tacto de la lana virgen.

Y la compramos y nos la llevamos a casa sin tan siquiera envolverla para regalo, que las fiestas ya pasaron y la categoría de ganga es lo que importa, Y con la fiebre que han sabido crear en nosotros con los grandes cartelones de ofertas al 50%, volvemos al gasto innecesario y abrumador llenando la casa de faldas, calzoncillos, zapatillas, sudaderas o abrigos de todas las materias sintéticas posibles, de perfumes de Oriente, en fórmula original de la pedanía más próxima.

Las rebajas proporcionan felicidad a compradores y vendedores; gastamos las mejores energías en ellas y ponemos color, como el viejo anuncio, al dinero de plástico.