ucho se está diciendo y escribiendo últimamente de mi buen alcalde Miguel Ángel Cámara. Que si imputado, que si lo que hizo, que si está solo, que si está hundido políticamente, que si... en fin, que alguien tendrá que decir que toda moneda tiene dos caras y que a todo suceso se le puede dar otra perspectiva. Vaya, pues, la mía a riesgo de sufrir en mis carnes también la inmerecida persecución.

Cuando Miguel Ángel accedió a la alcaldía capitalina lo hizo desde la mas absoluta bisoñez, falta de experiencia e impreparación. Si a esto le sumamos que su naturaleza es la de un hombre que confía en la gente, nos sale un coctel que, en manos de algunos mucho más expertos y avispados, puede resultar muy explosivo, como lo ha sido por lo que se ve y se palpa.

Cuando se nombra a un director de gran empresa, confiado y con más buena voluntad que experiencia, está casi cantado que, en muchos supuestos, las mayores meteduras de pata se producirán en sus dos primeros años. Si a esta situación empresarial le sumas que el equipo directivo con el que forzosamente tiene que funcionar no es el que él hubiese elegido, que hay miembros que tienen el rabo pelado de tantas argucias que conocen y experiencias vividas que son los encargados de asesorarlo y que llevan ropa interior, que no puedes ver, del color de la ambición personal, no es de extrañar que el director, con el paso de los años y auditorías termine por los pasillos judiciales, por muy competente y honrado que sea.

Pues bien, pongámonos en la situación inicial, que es de donde nace todo. Miguel Ángel gana las elecciones, tiene mucha ilusión por hacerlo bien en beneficio de todos los murcianos. Le presentan proyectos que redundarán en el bienestar y desarrollo de la ciudad, le enseñan unos presupuestos y las posibles combinaciones para el pago de los mismos. Pide consejo a los asesores sobre la viabilidad y legalidad de todo, obteniendo el visto bueno. Algunos de los avispados de rabo pelado le apremian a aprobarlos y ejecutarlos cuanto antes, y él, como político bisoño y confiado plasma su plácet y firma con más corazón confiado que sapiencia y consciencia de lo que hace.

El director, con el paso de los años se va aposentando en el ejercicio de su cometido, va cambiando a algunos miembros de su equipo y aumentando la confianza en otros, obviamente sin verle el color ambicioso de la ropa interior, y es cuando más brillante y positiva es su labor al frente de la empresa.

Pasados más años, alguien investiga sobre lo sucedido en sus primeros años de dirección y salen a relucir actuaciones que no parecen muy limpias y cristalinas. El director pide explicaciones, pero se encuentra que unos ya no están y que entre los que le quedan de confianza hay quienes no la han merecido e incluso descargan toda la culpa sobre él. Culpar al director es la defensa cobarde de los que defraudaron la confianza, lo que no es justo y mucho menos si extrapolamos la situación al mundillo de la política.

Miguel Ángel es culpable, como en el ejemplo expuesto, de ser novato y confiado en sus comienzos, metido en un cesto con algunas víboras dentro, pero no lo es de aprovecharse de las situaciones para su beneficio.

Las actuaciones irregulares que se le imputan al alcalde no debieran sacarse del contexto en el que se produjeron y dejarlas en el lugar y con los responsables que les corresponde, entre los que no está el bueno de Cámara.

El alcalde murciano puede haberse equivocado, pero de ahí a que pudiera haberse beneficiado de algo a título personal hay mucha diferencia, y es ésta, precisamente, la que marca el final o no de un político.

Tratar de difunto o apestado a quien con orgullo digo «mi alcalde», machacándole continuamente en todos los foros y tratando de desprestigiarlo ante los votantes, y peor aún, chumbándole a los propios del partido, es una canallada con mayúsculas que este buen hombre no se merece.

Ver al alcalde de Murcia andando solo por las calles, camino del Ayuntamiento o de donde sea, sin escolta, vestido con ropa normal, nada de marcas pijas súpercaras, siempre amable y sencillo, con vida algo austera, preocupado de su familia como cualquier padre, paciente con las críticas, perdonando mas que odiando... no inspira a pensar que haya cometido algún delito y se haya lucrado, porque, digo yo, que aunque sea en un jersey o en un reloj, algo se le notaría. Cámara, mi alcalde, es un hombre que puede haber pecado de tonto, pero nunca de listillo.

Pienso que lo que le tiene que estar doliendo ver como algunos de su propio partido le echan leña al fuego, tratando de mostrar a los camaristas como unos apestados y a los otros como los salvadores; es más, hay por ahí un consejero que ya juega a sustituirlo sin el consentimiento de los murcianos, pero con el aval de su padrino.

Ya deberían ir reflexionando los dirigentes peperos que con lo que está lloviendo económicamente por el país, con las inundaciones de deudas de la región, con el frío del desempleo que tenemos y las tormentas de cabreo de las masas, lo peor que pueden hacer es crear una injusta confrontación con el alcalde más querido de todos los tiempos y perder tantos votos que no sólo caería el Ayuntamiento capitalino sino todo el Gobierno regional. Machacar a Cámara es regalar el gobierno de la ciudad a una coalición de partidos. ¿Que Bernal, Pedro Antonio o Juan Carlos sacan esto para adelante? Pues no lo dudo, pero sin y contra Cámara, lo veo muy, pero que muy difícil.

Así que, señores peperos, aspirantes a una herencia tan inmerecida como inexistente, dejen de hurgar en las responsabilidades contraídas antaño por aquella bondad, inocencia e inexperiencia del confiado Miguel Ángel, preocúpense de que los verdaderos culpables confiesen y asuman su delito desimputando al alcalde y déjense ya de intrigas palaciegas municipales, que tan solo benefician a otros.

Un abrazo, Miguel Angel.