El PSOE (que no ´los socialistas´ porque socialistas hay muchos en este país y no todos, ni siquiera la mayoría, están en el PSOE) ha celebrado durante este fin de semana su Conferencia Política para hablar del futuro, de su futuro, de nuestro futuro porque ambos, para desventura nuestra, parecen inevitablemente unidos. La Conferencia Política ha sido anunciada y esperada a lo largo de una merecida travesía del desierto como el maná, exactamente como ese alimento definitivo que el hambriento necesita no sólo para sobrevivir sino para no volver a pasar hambre. Pura ilusión, espejismo propio de los desiertos.

El efecto que se espera, que ellos esperan, de la Conferencia es el mismo que se esperaría si se tratara de una pócima mágica, el de una doble e inexplicable transformación, la del propio PSOE y la de los receptores de su mensaje, es decir, la de sus potenciales votantes. Si bien, la primera transformación o quizás transfiguración, la que ha de tener lugar en el interior del partido resulta casi tan increíble como la segunda, la de reconvencer a antiguos creyentes que ha ido dejando por el camino emprendido hacia su autoinmolación en el ara del dios de la Bolsa.

La imagen de los participantes, de sus rostros sonrientes que hemos podido ver reflejada en las pantallas de nuestros televisores nos demuestra una vez más que las ilusiones son el mejor placebo y que, si no salvan vidas, al menos proporcionan una muerte más dulce. Esa imagen nos ha dejado ver la absoluta soledad en la que puede caer un partido político cuando vive al margen de las cuitas de los ciudadanos. No son conscientes de que mientras ellos y ellas sonríen, ilusionados como niños, con la idea de recuperarse a sí mismos y, de paso, a todos los que han dejado abandonados, a los que miramos la pantalla, a estas alturas, sus sonrisas casi nos resultan ofensivas.

Aunque en la ponencia marco haya propuestas interesantes para la maltratada ciudadanía, el PSOE tiene un serio problema que ninguna Conferencia Política puede resolver porque está encerrado en un círculo vicioso que es más bien un circuito infernal: para que esa mayoría ciudadana que se autodefine como ´socialdemócrata´ vuelva a confiar en él tendría que vencer a las reglas de la lógica.

Como primera condición, el PSOE tendría que demostrar que verdaderamente ha cambiado y que esa bandera tricolor, roja, violeta y verde que ha comenzado a enarbolar Elena Valenciano es el símbolo que refleja la identidad política del partido. Pero a este respecto tenemos derecho a albergar algunas dudas, avaladas sobre todo porque, cuando ha gobernado, el rojo se ha descolorido hasta llegar a ser rosa pálido casi blanco; pero también por las declaraciones de otras figuras en alza, como Susana Díaz, que cuando se le pregunta si va a haber un giro del partido a la izquierda se acuerda de Felipe González y su media vuelta hacia la derecha porque así se ganan las elecciones. A ello hay que sumar el hecho de que los promotores de la renovación ideológica son los mismos viejos nombres que han participado en todas las renuncias del PSOE, empezando por Rubalcaba y siguiendo por Ramón Jáuregui.

Avanzando en su particular circuito infernal, el PSOE sólo podrá convencernos de que verdaderamente se ha reconvertido en un partido al que no le sobra la ´S´ de socialista mediante hechos y para que esos hechos resulten convincentes, porque el PSOE nos tiene cansados de ser sólo socialista cuando está en la oposición, tendría que gobernar. Pero sólo podría gobernar y convencernos de que su acto de contrición, escenificado en la Conferencia, implica no recaer en los vicios del pasado si la ciudadanía engañada y, en consecuencia, descreída de promesas que no se cumplen, confiáramos previamente en el PSOE, es decir, si ya estuviéramos convencidos de antemano, tan convencidos que pudiéramos incluso volver a votarlos. ¿Tiene o no tiene el PSOE un problema lógico? Pero, al parecer, al PSOE no le preocupan ni las imposibilidades ni las contradicciones lógicas. Por eso, están dispuestos a defender lo inédito en la lógica y en la historia, la monarquía federal. Dicho en bonito, nuestro país, a resultas de la renovación ideológica del PSOE, podría pasar a llamarse Reino Federal de España. Europa.