Sabemos mucho de los sitios grandes, de sitios como Rusia o Francia o Canadá. Haces una encuesta callejera preguntando por Alemania y el 100% de los elegidos te dará algún tipo de respuesta. De la geografía de los sitios pequeños, en cambio, no tenemos ni idea. Llamamos sitios pequeños, por ejemplo, a los rincones domésticos que eligen los gatos para dormir la siesta. ¿Por qué siempre ese lugar y no otro? ¿Acaso en ese medio metro cuadrado de alfombra hay un país oculto, un país del que el gato es un patriota mudo? No tenemos ni idea, como no tenemos ni idea de por qué el perro se coloca aquí y no allí cuando nos ponemos a ver la tele en su compañía. Por ignorar, ignoramos también por qué nosotros ocupamos siempre el mismo lado de la cama o el mismo lado del sofá. ¿Qué hay en esos lugares minúsculos, comparados con una autonomía, capaz de atraernos de ese modo? Pues eso, que lo estudien. El otro día iba escuchando la radio en el coche, cuando un cantante aseguró que su viaje a la India le había cambiado la vida. La India es uno de esos lugares grandes analizados desde todos los puntos de vista posibles, incluido el paranormal. Quizá por eso, uno está obligado en cierto modo a decir que no es el mismo después de haberlo conocido. Si vienes de la India menos espiritual de lo que te fuiste, la gente te mirará raro porque la gente se pasa la vida haciendo cálculos económicos y sabe lo que cuesta esto y lo que cuesta lo otro. Si te has ido a Las Vegas de vacaciones, se supone que has comprado juerga, de modo que tu obligación es mencionar los casinos, las actuaciones musicales, las orgías hasta las ocho de la mañana. No puedes venir de Las Vegas transformado espiritualmente. Para eso se va a la India, y en clase turista. Relación calidad precio y todo eso. Ahora bien, si somos realistas, lo que a uno le cambia la vida de verdad, es ir y venir de Madrid a Móstoles todos los días. Móstoles es un sitio pequeño, no tanto como la patria en la que duerme el gato, pero infinitesimal comparado con la India. Vivir en Móstoles y trabajar en Madrid le cambia a uno la visión de las cosas. ¿Por qué entonces nadie se atreve a decirlo? A eso era a lo que íbamos, y de donde ahora volvemos: a que los lugares pequeños te transforman.