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Cuento casi de amor

Para ir al trabajo el conductor debe recorrer un laberinto de calles con semáforos. Al parar en el primero cruza ante él una joven que va también al trabajo, y que se ajusta por traza, atuendo, gesto, a algún modelo imaginado. Esa atención, que el aire traslada por un pasillo secreto, hace vibrar las ondas gama de los dos, y ella le mira a los ojos un instante, que basta. Se abre el semáforo, el conductor sigue su ruta, rodea un parque y se para ante un paso de cebra, por el que cruza la misma joven. Ahora es ella la que le mira, con sonrisa de Mona Lisa, a la que él responde con otra más abierta que ella no llega a ver. Más vueltas por las calles, otro semáforo por el que ella está acabando de pasar, pero algo le dice algo y se vuelve, ahora con risa franca. Aunque conforme se aleja la conexión se va, los dos miran la hora, y guardan el dato para facilitarle las cosas al azar otro día.

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