Contaba Gila, entre sus grandes e irónicas ocurrencias, que una suegra murió al salirle un 'padrastro' en un dedo y despellejando, despellejando, hubo que rematarla. Del tal panadizo resultó tal consecuencia mortal. De otro lado, en la Ciencia Lógica se describe el 'modus tollens' que para nosotros, los no iniciados en tan severa disciplina, tiene que ver con la individual y única premisa de la que se infiere otra consecuencia lógica de la primera. Así, si decimos que 'si A es verdadero, entonces B, lo es también'. Y, por consiguiente, 'si A no lo es, B, tampoco'.

Viene, esta abstrusa introducción, a cuento del caudal de emocionantes y triunfadoras opiniones acerca del asunto de Cabo Cope. La reciente sentencia del TC respecto a lo que se contiene en la Disposición Adicional Octava de la Ley de Suelo Regional (texto refundido de 2005) declara nulo que 'Los límites de los Espacios Naturales Protegidos incluidos en la disposición adicional tercera y Anexo de la Ley 4/1992, de 30 de julio, de Ordenación y Protección del Territorio de la Región de Murcia, se entenderán ajustados a los límites de los Lugares de Importancia Comunitaria a que se refiere el Acuerdo del Consejo de Gobierno de 28 de julio de 2000.' Si este texto es A y esto es lo que el TC ha declarado impropio, por lo que supone una seria amenaza a la seguridad jurídica de personas y cosas, la debilidad legislativa del Gobierno regional debe ser corregida. Pero, desde luego A es exactamente A. Por eso el entusiasmo, emoción, arrebato y frenesí con que Verdes, IU y socialistas han acogido la sentencia y enjaretado su discurso vencedor de condición tan extensa y tan global acerca de la política ambiental tiene poco -o casi nada- de ser ese B que se infiere de A.

Costa Morata, el héroe (no electoral, se entiende) de la lucha antinuclear, nos viene, una vez más, con su pepla de 1974 cuando lideró (según él) la necesaria y conveniente oposición a ejecutar una Central Nuclear en Cabo Cope y, si bien la acción fue correcta, aún en el supuesto caso de que nuestro salvapatrias Costa no hubiera actuado, con seguridad un disparate nuclear de tal calado no hubiese tenido lugar. Así las cosas, en cuestión de remembranzas no creo que este recurrente reconocimiento tenga, para mí, mayor emoción de la que me hubiera producido el recuerdo de Platero II al ser subastado en 1958 en favor de los damnificados de Valencia.

Y, claro, al observar tales explosiones de júbilo por los guardianes del ecologismo y, sobre todo, por las alusiones de elevado tono peyorativo en los adjetivos empleados, de manera que el fondo de la cuestión queda deliberadamente oscurecido, pues uno -que también está por la labor de encontrar el equilibrio entre el progreso y desarrollo (para propiciar mejoras en ese mundo inmanente del Bienestar) con el mantenimiento de una sostenibilidad ambiental razonable- tiene derecho a plantearse eso de que no tiene otra ocurrencia el lector de periódicos que hacer caso a lo que determinado grupo minoritario (o muy minoritario en relación cardinal con la generalidad admitida) diga lo que le interesa y calle lo que no le conviene. Por eso, en primer lugar, todos deberían saber que han sido muchas las actuaciones administrativas que sobre iniciativas urbanísticas producto de la Ley del Suelo -la que llevaba incorporada la disposición adicional de marras- han sido (todas) de carácter positivo. La cuestión es, pues, que la verificación de lo que jurídicamente -esto es, formal- no es correcto puede hacerse viable. A mi modo de ver sería lo plausible y procedente, no dándose por convencido bajo los argumentos de quien -lo parece- parece demenciado según sus catastróficas declaraciones por mucho que procedan de un salvapatrias y perdedor electoral contumaz como es el caso de Costa Morata, a todas luces capitán de un barco pirata que hace aguas en el mar de la ciudadanía global. Claro que de no ser por los contados (¡parecen mil!) corifeos que le acompañan en todas y cada una de sus fanfarronadas del color de forraje maduro, el asunto no tendría la trascendencia que por desgracia ha merecido.

Estoy en la Asamblea Regional y pertenezco al Grupo Popular, pero dada mi condición de independiente puedo expresarme no exactamente de acuerdo con lo que se entiende como 'políticamente correcto'. Así, a modo de ejemplo, no creo que ningún diputado sometido, por demás, a la disciplina del PP sería capaz de tomar el riesgo de formular lo que yo formulo y de esta manera. Por tanto, vaya mi desprecio a quienes, como Costa Morata, ese perdedor impenitente, anclado en tiempos no democráticos, saque la bandera de ese reducto radical, a veces aborrecible, haga trampas retóricas, demuestre su desprecio hacia lo que jurídicamente se dispone, muestre su desnudez moral para arrimar el ascua verde a su bandera y pretenda dejar títere sin cabeza mediante toda una sarta de improperios (los que yo ahora copio y empleo) a cualquier proyecto que en la Región se proponga. Y se ríe con la risa del pensador sobrado como si los demás fuéramos imbéciles y él, el rey del mambo. ¡Qué grotesco resulta este candidato salvapatrias! El capitán del barco de los piratas radicales y perdedores que, paso a paso, han perdido, primero, el ojo, después el brazo, la piernaÉ Y sin embargo continúa terco en su empeño de otear objetivos que torpedear. Ni el Aeropuerto se salva, ni Gorguel, ni Paramount, de tal forma que lo mejor para los murcianos, los del sentido común, los indignados contra los recortes y el malvado crédito (sí, el crédito de los cojones que nos han llevado a este inmoral paro de mil por ciento) y aquéllos que disponen del juicio suficiente como para no dejarse impresionar por las admoniciones del capitán de los piratas, sería que tal señor fuese admitido en esa academia ubicada en el ambiente de la inmanencia más cursi para que aprendiera a enjaretar adornos con hilo en complejas urdimbres de tejido, calado con flores y figuras, y ponérselos en las bocamangas, bordadas con puntillas, para así poder decorar su nada imparcial toga.

Dicho sea todo lo anterior muy lejos del dictamen propio de una conciencia plena de liberalismo procaz, pues no es el caso.

Nota.- Sepa el lector que todas las expresiones de bajo estilo utilizados en este apunte tan agresivo han sido copiadas, algunos con plena textualidad, del artículo que, en su día, redactó quién ahora le respondo.