Todo es debatible excepto lo que más nos afecta, el orden que sostiene al sistema económico, que no puede ser de otra manera y solo podemos aspirar a gestionarlo como buenamente sepamos. Como si fuera un desastre natural». Palabras de Joaquín Estefanía en una reseña del ensayo Los disfraces de la democracia, del profesor Fernando Vallespín. Cada vez que Rajoy, o alguno de sus cómplices, ha salido a la palestra, durante este extenuante primer ´año mariano´ de los cuatro a los que nos autocondenamos a fines de 2011, a defender cada barbaridad a la que nos ha sometido, ha recitado esta versión florida del mantra que esa gente, y sus voceros a sueldo, repiten con entusiasmo goebbelesiano: por culpa de Zapatero, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y tenemos que pagarlo. Con éxito: cada amigo o conocido perteneciente a la ´derecha sociológica´ con quien me encuentro me lo suelta. Aunque les replico que el único que sé que vivió por encima de sus probabilidades, no de sus posibilidades, dada su adicción al tabaco, fue Carrillo; que no habría entrampados si no se hubieran concedido préstamos increíbles a quienes no los iban a poder pagar si las burbujas estallaban; que muchos de los timados ya han pagado quedándose sin empleo, sin casa y con la deuda, mientras quienes los engañaron se han forrado y los demás, con el dinero de los recortes que soportamos, tapamos los agujeros que dejaron en las muchas Bankias que arruinaron, no hay manera: al despedirse, me repiten que este es el único camino y, si somos buenos y lo seguimos, todo volverá a ser como antes.

Mentira cochina. Los connaiseurs están de acuerdo en que la política de contención del déficit que Rajoy ejecuta a las órdenes de Merkel lleva al abismo. Lo estamos viendo: Holanda y Austria, países no acogotados por la deuda y a quienes la prima de riesgo no acosa, acaban de entrar en recesión, Francia está al caer y Alemania lo hará a principios de 2013. Los optimistas, con el FMI a la cabeza, piensan que si se cambia esa política se puede salir de la crisis. Pero hay quien opina que algunos países no podrán nunca recuperar su estatus de estos años. Ediciones Deusto acaba de publicar España, destino Tercer Mundo, cuyo autor, Ramón Muñoz, sostiene la terrorífica tesis de que España se encuentra en un pozo sin fondo y sin escapatoria porque «no producimos ya nada. En los últimos treinta años hemos desmontado industria y agricultura como paladines de la globalización (€) Todo lo que consumimos es de China, India, Bangladesh, Vietnam, Egipto€ Hemos creado una sociedad low cost». Uno lee esto y quiere rebelarse, pero cuando constatas que la solución que proponen las lumbreras que nos gobiernan son cosas como Eurovegas, Paramount Park o dar la ciudadanía a extranjeros que compren casas por 160.000 euros „los portugueses, por ejemplo, exigen 500.000„, las carnes se le abren y le entran, pese a su descreimiento, ganas de rezar.

Y Rajoy lo sabe „si no lo supiera sería idiota„, pero sigue engañándonos. Y como la perplejidad, que ha dominado a tanta gente, se está evaporando, impone, con prisa, su agenda oculta, esa que le ha llevado a hacer exactamente lo contrario „¿recuerdan lo que decían, tanto él como Cospedal, sobre las líneas rojas que nunca traspasarían en sanidad, educación y derechos laborales, y aquella indignación que parecía invadirle cuando Zapatero subió el IVA?„ de lo que defendía su programa.

Lo último es el ´tasazo judicial´, una canallada que ha puesto, por primera vez en la historia, de acuerdo a todos los estamentos de la administración de Justicia en su contra, que fija unas tasas tan descomunales que impedirá, en la práctica, que personas con pocos recursos acudan a los tribunales. Gallardón, el ministro revelación de este Gobierno „iba de moderado hasta minutos antes de ocupar su nueva poltrona„, no contento con ello y convencido de que hay que ´putinizar´ a nuestro país „al fin y al cabo, Rusia es uno de los modelos que los mercados nos proponen„, prepara una represiva reforma del Código Penal que persigue disuadir a los afectados por esta serie de atracos de salir a la calle a protestar.

Muñoz, en su libro, augura que sufriremos el empobrecimiento «con resignación porque el (anterior) bienestar nos ha vacunado contra la revolución, nos ha desarmado para resistir a los poderes establecidos». Gallardón trabaja duro para que así sea. Pero protestar da resultados: los gerifaltes madrileños han reculado en su intento de desmantelar el hospital de la Princesa, y el movimiento contra los desahucios empieza a dar frutos. Si bajamos la cerviz, seremos la siguiente Grecia. ¿Qué hacer, pues?