El modo ideado por De Guindos para que los Ayuntamientos paguen a sus proveedores no se entiende, pero está muy bien. A mí me suena un poco a peloteo, a fírmame este pagaré o esta letra a cambio de que yo te firme otro pagaré u otra letra. Pero ya digo que no sé nada de ingeniería financiera ni de contabilidad creativa, por lo que no lo juzgo, ojalá sea una maniobra genial por medio de la que los que no tienen dinero para saldar sus deudas encuentren el modo de tener dinero para pagar sus deudas. Parece una contradicción, pero si el asunto funciona, deberíamos, además de patentarlo, extrapolarlo a otras situaciones. Sería muy útil para quienes no pueden pagar la hipoteca ni el alquiler ni la cesta de la compra, que ahora mismo son legión.

Lo que sí he entendido es que tendrán preferencia para el cobro los proveedores que perdonen parte de su deuda a la Administración. Cuanta más deuda perdonen, antes recibirán la pasta. El lugar que uno ocupe en la cola de la ventanilla de cobro se establecerá, pues, en función del porcentaje al que uno renuncie. Ocuparán los primeros puestos los que renuncien a todo y luego los que renuncien al 99%, y así de forma sucesiva. Quiere decirse que el proveedor con más posibilidades de cobrar será el que renuncie a hacerlo. Otro absurdo, sí, pero quién dijo que la vida tenía sentido. Si la vida es incoherente, ¿con qué cara pedirle a la Administración que sea razonable?

Este sistema de cobro, o de pago, según la perspectiva, nos recuerda al de las multas de tráfico, de las que te descuentan porcentajes bárbaros por pronto pago. Nunca entendí que si un delito costaba cien te cobraran cincuenta.

—Está usted condenado a muerte.

—¿Y si solicito que me ajusticien hoy mismo?

—Se lo rebajamos a cadena perpetua.

Trapicheos sin sentido, como ven. Si servidor fuera acreedor de un Ayuntamiento, me rebelaría contra esa forma de pago según la cual cobra antes el que menos cobra, de modo que el primero en cobrar es el que no cobra nada. Me parece injusto, igual que es injusto que te pongan una multa de cien por una falta que solo cuesta cincuenta.