A pie de la Sierra de la Pila se encuentra nuestro rincón insólito de esta semana, seguramente el más desconocido de todos, prácticamente deshabitado y en cierta forma abandonado (ahí radica uno de sus encantos). Además, este especial rincón es uno de los pocos lugares desde donde se puede divisar una porción importante de nuestra tierra.

No tiene ni el verdor ni la frondosidad del noroeste, tampoco tiene los paisajes que el río Segura ha ido labrando a su paso por otras zonas, no hay ningún monumento que visitar, ni tan siquiera un motivo gastronómico que nos sirviera de excusa para ir. Ni tiene, por supuesto, nada que ver con la armonía que transmite nuestro Mar Menor en una tarde de invierno soleada mientras recorres parte de su figura. Pero les aseguro que una vista desde el mirador que se encuentra junto a su pequeña ermita merece la pena admirarla aunque sea una vez.

A tan solo poco más de media hora de la ciudad de Murcia y a muy pocos kilómetros de la población de Fortuna (para algunos –equivocadamente– la hermana pobre del turismo termal en la Región) es donde se encuentra nuestro rincón insólito.

Con la excusa de comerse unas buenas migas, un arroz con caracoles, o quizás mejor un gazpacho en Cañada de la Leña (dirección Abanilla – Pinoso, en el bar La Amistad), este lugar puede convertirse en el complemento ideal para completar la mañana del domingo en esta época del año.

También es muy recomendable hacer una corta parada en el pequeño cañón que se encuentra a mitad de camino entre Fortuna y La Garapacha. Pero, sobre todo, no hay que perderse esta zona cuando rompen los almendros en flor en primavera y el desconocido paraje se convierte en una auténtica gozada, ya que permite al visitante contemplar este espectáculo con una perspectiva diferente.

Itinerario recomendado

Habrá que tomar la autovía de Alicante y salirse por la carretera que lleva a Fortuna (darse un baño en sus aguas termales con el paraje tan desértico que ofrece sólo esta tierra debería ser ‘obligatorio’). Una vez en Fortuna, y en el centro de la población, un cruce bien indicado nos señalará a nuestra izquierda la dirección que debemos coger.

A partir de ese momento, una suave pero prolongada subida nos llevará hasta nuestro rincón de la semana. Más o menos a mitad del camino (unos cinco kilómetros), el pequeño desfiladero que anteriormente reseñamos nos ofrece la posibilidad de poner pie a tierra unos minutos para volver la vista atrás y contemplar un paisaje que solo puede ofrecer una tierra así. Tras esta parada, a pocos kilómetros y al pasar la pequeña población de Las Casicas, aparece la población de La Garapacha como agarrada con uñas y dientes a la falda de la sierra. Es posible aparcar en el mismo mirador y es el momento de bajarse y quedarse un rato admirando parte de nuestra Región.

Recomendaciones: No se requiere ropa ni calzado especial. Dificultad: Baja. Mejor época: Invierno y, sobre todo, primavera, cuando las flores de los almendros revientan en todo su esplendor.