La churros Madrid, y en Málaga, Casa Aranda. Sí, en el Mediterráneo, cabe la misma costa. Ya con el Atlántico a la vista. Donde los boquerones y el espetón. Los churros son españoles. Herencia de unos tiempos de escasez, donde había que repentizar para espantar las hambrinas y las hambrunas. Aceite y trigo, y a la sartén o freidora. Elemental y exquisito. Los churros, que es palabra que casi no admite singular, fueron un hallazgo gastronómico del pueblo, dicho con claridad y demagogia, por el que nadie le va a pagar derechos de autor. Y darían para mucho. El cronista paró por Málaga y preguntó, inocentemente por un lugar con churros para desayunar. No creyeron en la inocencia de la pregunta, y, sonriendo, lo dirigieron Calle Larios hacia abajo y a la derecha. Aranda es un emporio churrero que ha colonizado toda la rúa y algunas adyacentes. Y lo ha hecho a base de honradez y contumacia. No bajando la calidad del aceite andaluz y haciendo la masa con el mejor trigo de la Castilla lejana. Luego, habrá sus secretillos, como sucede en toda gastronomía de excelencia. Los tengan siempre ocultos y vivos. ¡Oh, las ruedas de churros, antes de ser cortadas: mejor que la rula de la diosa Fortuna!