Jessica regresa. Con el título de Alias, la serie que tenía por protagonista a la detective privado, antigua súper heroína que renunciaba a esa condición, regentando el despacho que daba nombre a la cabecera, que fue un más que sonado triunfo de Michael Bendis en sus mejores momentos. Aunque la serie se movía en el universo de los héroes Marvel, aquí las historias iban por derroteros mucho más adultos, mostrando traumas psicológicos, una más que alta carga de relaciones personales con gotas de sexo, motivaciones religiosas o adicciones, especialmente al alcohol y tabaco, con todo lo que de negativo conlleva. Jessica fue creada para esta serie, pero los autores la introdujeron como si hubiera sido parte del universo Marvel, ahora retirada, por lo que los muy tangenciales cameos de conocidos héroes como Spiderman o Daredevil se dejan ver en alguna viñeta. Aquel añorado éxito y el causado por la serie televisiva ha traído de vuelta a una Jessica Jones tan destrozada, desgraciada y perjudicial para quienes ama como siempre. Es un placer recuperarla doce años después, en una, espero, nueva serie ilimitada donde disfrutaremos con los mejores diálogos de esa cínica malhablada, totalmente desatada -ahora madre de una niña- y de su rutinario y mal llevado trabajo de detective, que le suele venir un poco grande. Y, por supuesto, también está Luke Cage, otro famosete con serie televisiva a cuestas, padre de la niña y al que Jessica trata lo peor posible.

Atómica. El próximo estreno del filme americano Atómica nos trae como anticipo el cómic en el que se basa. Posiblemente, con excepción de la premisa argumental y la idea base, la película se moverá por derroteros de mayor acción y thriller, ya que el comic es netamente de enfrentamientos verbales con medidas gotas de acción. El relato nos lleva a los últimos días previos a la caída del muro de Berlín, dos Alemanias que pugnaban por volver a unirse y un hervidero de espías que pretendían llevarse las mejores tajadas para sus países o para su propio bolsillo. Una lista con todos los agentes europeos ha caído en manos descontroladas y el servicio de inteligencia británico envía a una agente para que consiga dicha lista y neutralice la amenaza. Pero como toda buena historia de espías, las cosas nunca son lo que parecen y los dobles o triples juegos son platos frecuentes. La traición como la lealtad son parte del juego y la línea divisoria es más bien frágil. Un buen relato de espionaje donde no hay buenos ni malos, aunque, tal vez, sí victimas y marionetas que desfilan al son de los intereses del más fuerte.

Ovejas negras. Gung Ho fue un grito que los soldados americanos utilizaban durante la Segunda Guerra Mundial para infundirse valor cuando se lanzaban hacia la acción más temeraria. Ahora, nos situamos en un futuro cercano y seguimos a dos hermanos, que llegan a un poblado en los límites de una zona peligrosa para defender a la poca humanidad superviviente de una mortífera amenaza. La narración se desarrolla de manera lenta mientras los autores van desarrollando el mundo que les ha tocado vivir y que, independientemente de esa amenaza, entre ellos se esconde otra mucho mayor: las ambiciones y oscuros intereses de unos pocos por sacar el mayor beneficio de un mundo tambaleante. De la susodicha amenaza no sabremos nada hasta las páginas finales y, como sería lo normal, yo me imaginaba un mundo plagado de zombies, pero no, la cosa es totalmente novedosa. No diré más para no destripar que ya, el libro, lleva un extenso anexo final con bastante material explicativo. Otro motivo a tener en cuenta y que aporta una nota muy diferente a las historias de corte futurista es su dibujo apoyado por unos tonos de colores luminosos que no usan la dura línea negra, lo que le confiere un estilo diferente, de historias de adolescentes donde el terror llega sin ocultarse a plena luz del sol.

Una historia de Singapur. Si el dibujante malasio Sonny Liew hubiera realizado una historia fiel y cronológica de Singapur, a nosotros, como lectores tan apartados de aquellas tierras, nos hubiera importado un bledo. Pero, el tipo es tan fino que es capaz de desarrollar la historia de los últimos cincuenta años a través de un relato paralelo muy original, en el que conoceremos a un tal Charlie Chan que es autor de comics y artista por encima de la sociedad o los intereses económicos. Liew utiliza diversos estilos de dibujo, en claro homenaje de otros tantos autores orientales y occidentales, mientras recrea el formato de algunos cómics famosos con sus propios personajes. Ahí, nos encontraremos con émulos de Dan Dare de Frank Hampson, Pogo de Walt Kelly o Little Nemo de Windsor McCay. Se trata de la primera incursión de Dibbuks en el mercado asiático, iniciando una nueva línea denominada Vela Gráfica, y hay que reconocer que, al menos, el libro es sorprendente y nada aburrido.