Entrevista |

Ramón Almela: "Hay que estar en un proceso continuo de revisar, corregir y mejorar"

Los ámbitos de gestión, docencia e investigación de la UMU han contado durante más de 40 años con el incansable trabajo de quien huye de la rutina y los modelos anticuados; un hombre consciente del (lejano) límite de sus posibilidades  

El catedrático de Lengua Española de la UMU fue reconocido hace un año con el premio Rector Loustau al Espíritu Universitario y Valores Humanos

Ramón Almela, catedrático de Lengua Española de la Universidad de Murcia.

Ramón Almela, catedrático de Lengua Española de la Universidad de Murcia. / Inma G. Pardo

Javier Vera

Javier Vera

Si alguien tratara de encontrar el ejemplo perfecto de compromiso y dedicación hacia la vida universitaria, en todos sus aspectos, le sería complicado dar con uno más acertado que el de Ramón Almela (por lo menos a mí me cuesta).

Tan solo basta con echar un vistazo al legado que ha dejado en la institución académica. Aportaciones que a día de hoy sigue ofreciendo.

Tras toda una vida dedicada a la actividad académica y de gestión en la Universidad de Murcia, ¿cómo es en la actualidad su relación con la institución?

Jubilado me sigo ocupando de las tareas universitarias: docencia, investigación y gestión. En docencia: he escrito un manual de ortografía y he impartido cursos de ortografía presenciales y en línea. En investigación: hice un libro sobre teoría de las adivinanzas y en junio presenté mi segunda tesis doctoral (44 años después de la primera). En gestión: promoví la creación de la Asociación de Jubilados de la Universidad de Murcia.

Desde la UMU se le considera una figura decisiva para la modernización de los servicios a la comunidad universitaria y de los canales de participación y representación estudiantil. ¿Cuánto ha cambiado la institución desde que entró a formar parte de ella hace más de cuatro décadas?

En el aspecto legislativo y organizativo se elaboraron los estatutos, se eligen los cargos académicos (rector, decanos, directores de departamento, etc.), se han aprobado leyes y reglamentos, planes de estudio... Por otra parte, hay muchos más estudiantes, profesores y PAS, se creó el campus de Espinardo y después los de Lorca y San Javier; asimismo, muchos servicios generales y sectoriales.

El año pasado fue reconocido con el premio Rector Loustau al Espíritu Universitario y Valores Humanos por parte del Consejo Social de la Universidad de Murcia. ¿Hasta dónde ha llegado el compromiso de Ramón Almela con la UMU?

Hasta el límite de mis posibilidades personales. Ni todo lo puedo hacer ni todo lo sé hacer, pero todo lo bueno sí lo quiero hacer. Hice y hago todo cuanto puedo en el tiempo en el que no me ocupo de otras ineludibles gestiones comunitarias, personales y familiares (casa, nietos...).

Por ejemplo, este verano he estudiado varias horas al día, y ello no me ha supuesto ni un trabajo, ni un sacrificio, sino, al contrario, una diversión; no he restado tiempo a actividades saludables, pero el no hacer nada ni me beneficia a mí ni beneficia a otros. Continuamente estoy pensando en cómo actuar –con mis pequeñas aportaciones- para mejorar o el aprendizaje mío y el de los demás o la búsqueda de nuevos saberes que se puedan difundir.

"En la universidad española, la docencia es el pariente pobre: se la valora poco y se considera un peso"

Entre su legado destaca el haber establecido las becas sociales, el Servicio de Voluntariado o el Centro de Estudio Universitario sobre la Mujer, entre otros servicios. ¿De qué se siente más orgulloso tras todos estos años ligado a la UMU?

Como he cometido errores de diverso tipo, no me siento orgulloso. Es verdad que me gusta ver que continúan funcionando iniciativas que impulsé. No destaco ninguna porque todas sirven a la Universidad: las mencionadas y el SIU (con Francisco Javier Martínez Méndez), el Consejo de Estudiantes, el programa de convivencia intergeneracional y otras.

En una carrera profesional en la que ha realizado tareas ligadas con la docencia, la investigación y la gestión, ¿qué ámbito le llenaba más?

Todo me gustaba porque en todo buscaba hacer el bien a los demás. He odiado y odio la rutina, el hacer las cosas de un modo u otro por el mero hecho de que se vengan haciendo de determinada manera; hay que estar en un proceso continuo de revisar, de corregir, de mejorar. En la gestión me complacía en hallar modos de atender incluso en lo económico a los grupos más desatendidos, incluso a la Universidad como tal.

En la investigación me interesaban los temas cuya teoría consideraba que era conveniente revisar. En la docencia encontraba mucho placer: preparaba las clases pensando en el mayor bien de los alumnos; cuando entraba a clase se me olvidaban todos los problemas ajenos a ese momento; en los exámenes les permitía que utilizaran los libros que quisieran, y cuando llegaron los ordenadores, también les dejaba que los usaran; nunca puse en los exámenes preguntas que había que contestar de memoria; les planteaba cuestiones cuya respuesta no estaban en los libros, sino que las tenían que pensar ellos; por eso celebro que en la nueva ley educativa se haga hincapié en la adquisición de competencias, más que en la repetición de datos.

¿Cómo cree que debería innovar la Universidad de Murcia en su labor académica?

La Universidad dispone de mecanismos válidos para una realización adecuada de la enseñanza, la investigación y la gestión. Los universitarios son quienes han de aplicar con eficacia tales mecanismos. En la Universidad española la docencia es el pariente pobre: se la valora poco, se considera un peso: sorprendentemente, se habla de «carga docente», pero no de «carga investigadora». Me gustaría que mi Universidad desarrollara iniciativas que corrigieran los deficientes planteamientos generalizados en este ámbito.

La última vez que hablamos preparaba su segunda tesis doctoral, defendida en junio. ¿Qué ha querido plasmar en Azorín, escritor de emotividades?

Muestro que la producción literaria de Azorín está transida de expresiones de emoción. A lo largo de las más de 18.000 páginas que leí y anoté se hallan palabras, frases, párrafos, capítulos, que evidencian su tensión emotiva: el tiempo, el lector, las cosas menudas, el silencio, etc.

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