Murcia

Pánico en Murcia por el robo de los Salzillos

Todo el mundo hablaba del hurto de San Juan, la Dolorosa, el Cristo de la Caída y el Ángel de la Oración

Paula M. Gonzálvez

Paula M. Gonzálvez

No es ninguna broma por el día de Los Santos Inocentes, aunque algo tiene que ver con la efeméride del 28 de diciembre. El periódico El Liberal publicó en 1928 una noticia que alertó a la población: Murcia entró en pánico. Parte de su patrimonio más preciado y famoso internacionalmente había desaparecido. Los pasos de Salzillo habían sido robados.

La noticia corrió como la pólvora. Relataba cómo la noche del 27 de diciembre comenzó a hablarse del saqueo y un redactor del periódico salió de inmediato a comprobar si era cierto que las tallas del escultor se habían volatilizado. Fue hasta la plaza de San Agustín, donde se encuentra la sede de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Allí encontró a varios agentes de la Guardia Civil.

Las tallas robadas

La crónica del periodista recogía que comprobó que en el interior se encontraban varias autoridades políticas y pudo hablar con el conserje que recorría el templo y que, precisamente esa tarde, se retrasó a la hora de hacerlo. Se dedujo que, anteriormente, se habían tomado las medidas de las cerraduras con moldes de cera, dado que no fueron forzadas, para sustraer las tallas de San Juan, la Dolorosa, el Cristo de la Caída y el Ángel de la Oración. La investigación, narraba, apuntaba a un grupo de visitantes extranjeros, del que uno de ellos habría dejado su firma, Henri Kawsky.

Se informó de que se movilizaron controles de la Guardia Civil en las carreteras para registrar vehículos; que el gobernador civil declaró que esperaba que se detuviera a los ladrones, que se habían llevado las cuatro mejores esculturas de Salzillo, antes del amanecer; y, también, que los cacos habían actuado tras estudiar minuciosamente el plan de asalto.

El robo de los Salzillos era el tema del día entre los murcianos. Todo el mundo en la calle hablaba de ello, también en los comercios o en la panadería y las plazas de abastos. La gente estaba en shock sin comprender cómo había podido ocurrir.

La explicación de El liberal

Parece que muchos lectores se quedaron tan impactados con el titular que ni se molestaron en leer el texto, y así fue como se extendió la historia. Si hubiesen continuado con las siguientes líneas, habrían descubierto que se trataba de una inocentada de El liberal, que acostumbraba a hacerlo el Día de los Santos Inocentes. El periodista dejó la verdad para los dos últimos párrafos, pero indicó que, pese al susto, el lector se habría "entretenido un rato".