Conquista de altura desde el Cabecico Ainás

Un relato nostálgico y lleno de picardía que pinta la vida amorosa y social en aquellos tiempos

Ilustración Cabezo Ainás

Ilustración Cabezo Ainás / Guillermina Sánchez Oró

Bachiyé Luxpre

De las muchas anécdotas que nos han referido últimamente, entresacamos para la ocasión, una acontecida en el último tercio del siglo pasado, en el año catapúm, como quien dice. Por su alto valor antropológico, amén de muy divertida y amena , contada por un testigo presencial, que dice así: «A principios de los años 70, un ricoteño, que acababa de terminar la carrera de Magisterio en Murcia, hijo de un terrateniente local, con cuantiosas tahúllas de limoneros en la Huerta, varias fanegas de secano para cereales en la Alquibla (Ojós) y otras tantas de viñas y almendros en el Campo de Ricote, conoce una noche de primavera, en una discoteca de la capital, a una chica de Molina de Segura (pongamos por caso, para ubicarla en un espacio determinado o para despistar).

Estudiante universitaria e hija de uno de los dueños más adinerados, de una fábrica de conservas, muy famosa por aquellos tiempos, y que por tanto podía considerarse como una rica heredera. Tanto, que se desplazaba en un Mercedes descapotable, con chófer y todo, ataviado con gorra de plato y un vistoso uniforme, muy aparente, que hacía mucho ojo, por donde pasaba ¡Menudo lujo en aquella época!.

Esa primera noche, en la discoteca, fue muy divertida y no es que hubiese flechazo, pero sí que ambos se gustaron lo suficiente, como para verse al día siguiente, y al otro y al otro. El caso es que, al cabo de una semana, estaban saliendo de una manera más o menos formal.

Como el paisano en cuestión era ‘más caliente que el cenicero de un bingo’ y entonces la única manera de sacar algo de provecho, era ir a bailar, agarrado, a algún sitio con pocas luces y con música lenta, empezaron a frecuentar ‘La Habana Club’ y ‘el Momo’. Lugares emblemáticos de la noche murciana de los 70, pero la molinera era un “hueso” muy duro de roer y no había manera de ir más allá del clásico beso ‘estilo cobra’ y alguna caricia furtiva, de vez en cuando, pero nada más. Al cabo de un mes, más o menos, y paseando cogiditos de la mano por el jardín de Floridablanca, la chica en cuestión, le preguntó directamente a nuestro paisano si era rico o no ‘¿Cómo...?, el más rico de Ricote’, le espetó el artista, en un santiamén. «Es que me ha dicho mi padre –prosiguió la moza– que si no eres rico, o algo que se le parezca, que no siga más contigo».

El padre de la criatura, que debía ser un zorro viejo, no se quedó de brazos cruzados y pidió informes a nuestro querido paisano, Bienvenido Rojo Yepes, (padre del ‘Paloma’). Y éste, hombre inteligente y con mucha experiencia, (no en balde era el manijero del corredor de frutas villanovense Laureano Gallego, el más locuaz de los contornos, si se exceptúa a Paco Román) en la primera conversación que mantuvo con él, le dijo, que, efectivamente, era de muy buena familia y con bastantes tierras. Pero que le llamara otro día, para darle una referencia más detallada de su patrimonio, que ahora, estaba haciendo una paella, y se le pasaba el arroz.

Nada más colgar el teléfono, el Sr. Bienvenido, se fue a buscar a nuestro parroquiano, para contarle fielmente, todo lo que había pasado. Y ambos dos, que diría Hermida, se pusieron de acuerdo, en un periquete, tramando un plan diabólico. De tal modo, que cuando volvió a llamar el conservero, lógicamente, por arte de magia, le multiplicaron por cien el patrimonio. Con tantas propiedades en su haber (en bienes muebles, inmuebles y semovientes) que se salían por debajo de la puerta del catastro. Y, a partir de ese momento, obviamente, la chica empezó a ser más cariñosa y placentera y se dejaba querer con mucha más facilidad, aunque no quiso dar más detalles al respecto, pues un caballero y él lo era de excepción, debe respetar la intimidad de cualquier mujer; pero a buen entendedor con pocas palabras bastan…

Ya consolidada la relación, y con el beneplácito del rico conservero, el ricoteño predicho, urdió una hábil estratagema, para quedar como un señor delante de su ‘prometida’. Así que, después de estos acontecimientos, quedó citado con la chica de marras en Ricote, a las cinco en punto de la tarde, del mes de junio, en la plaza del pueblo. Entonces llamada del Caudillo, más tarde Primero de Mayo y en la actualidad Plaza de España, para aprender algo de historia local, que nunca viene mal. A esa hora exacta, como digo, se presentó con un Mercedes espectacular, y su chófer acostumbrado, pero esta vez con una gorra menos llamativa, a recogerlo y enfilaron camino del Campo.

Aparcaron en el paraje de Berrandino, cerca del pino de la Ángeles de Paquete, y los dos se subieron al Cabecico Ainás, para contemplar el panorama. Una vez allí, nuestro paisano le dijo a su prometida: «¿Ves todas aquellas viñas de la derecha…? ¡pues todas son mías!» «¿Ves todos aquellos almendros y aquellos olivos, que se ven por aquí y por allá, en lontananza…? ¡bueno, pues también todos son míos!» Por si faltaba algo, para sacar barriga, y ufanarse a modo, al bajar y acercarse al coche, para regresar al pueblo, quiso el azar, que se cruzara en el camino a Rosendo (Sánchez Moreno)

Un personaje auténtico del Campo de Ricote, de los que ya quedan pocos, más listo que el hambre, y con una melsa de tres pares. Nuestro convecino, le hizo un gesto que lo cogió al vuelo, y le espetó: «¡Hombre, qué casualidad, éste es mi encargado principal y el que me lleva las fincas referidas!», preguntándole seguidamente: «¿Qué, Rosendo, cómo han ido este año las cosechas?» Y le respondió sin titubear, diciéndole, que habían cogido una barbaridad, un montón de kilos de olivas, de uvas y de almendras y con un escandallo inmejorable «¡Muy bien, muy bien, pues nada, ya pasaré la semana que viene para ajustar cuentas!». Pero cuando se despidieron, sin apenas haber andado más dos metros, Rosendo, el hijo de la Natividad de Pelegrín y hermano de la Marusa, que era un lince, guiñándole un ojo (el bueno) le dice al paisano: «Oye, ¿y de los corderos es que no me preguntas nada o qué?. ¡Pues que sepas que el mes pasado vendí casi 10.000 cabezas al matadero de Alcantarilla!. Y han quedado tan contentos que aún quieren más. Y, si no tienes inconveniente, la semana que viene les mando otra remesa, del resto que nos quedan». «Vale, vale», respondió con aire displicente, como el que oye llover, el dueño del cortijo, agregándole a continuación: «Lo que tú hagas siempre me parecerá bien; ¡cuenta con mi permiso!»

Y, efectivamente, después de oído, todo ello, y ajustado a la más estricta realidad, la molinera postinera, se fue más contenta que unas pascuas y pensando en fijar la fecha para la boda. Pero, nuestro paisano, que entonces ligaba más que el Dúo Dinámico (igual que ahora, aunque me esté mal el decirlo), y no estaba muy por la labor, poco a poco, se fue enfriando y al cabo de un par de meses, se cortó esta bonita relación, tan interesante e interesada, quedándose todo en agua de borrajas. Ya digo, en una simpática historia de ‘amor’, acaecida hace más de 40 años…» Finalmente, y por mi parte, sólo me resta añadir, lo que decía Montaigne, el insigne pensador francés: «Ningún placer resulta totalmente deleitoso, si no se comunica, y ningún deleite es absoluto, si no se da a conocer». Pues no se hable más ¡Dicho queda!