Las olas rompen contra la pedregosa orilla de la playa del poblado de Puntas de Calnegre, en el litoral lorquino. Ese sonido característico cautiva por lo peculiar. Se repite una y otra vez. El mar parece querer avanzar, pero los cantos rodados que brillan por efecto del agua y del sol han conferido un pequeño escalón que lo pone harto difícil. Únicamente sopla una suave brisa. Suficiente, para que una barca de pescadores que se divisa a lo lejos muestre un balanceo mientras avanza camino de las calas del Parque natural de Cabo de Cope y la bandera del puesto de socorro, verde, ondee haciendo bien visible que el agua está apta para el baño.

El trabajo ha llevado en esta jornada de sol, playa, mar… al vice alcalde y concejal de Turismo, Francisco Morales, hasta Puntas de Calnegre. Desaparece sin mediar palabra y a lo lejos se vislumbra su figura andando por la orilla. No importa no llevar bañador. Acaba de remangar los bajos de su pantalón vaquero, sacado su camisa… y como si de un niño se tratara se retrotrae a aquellos años en que no podía evitar ver el mar y no meterse dentro. Con los náuticos en la mano intenta salvar una ola juguetona que finalmente moja sus pantalones hasta la altura de la rodilla. Y reía sin importarle nada. Una cámara indiscreta fotografía la escena que ilustra este reportaje y que rompe con su habitual imagen de no dejar nunca nada a la improvisación.

La casa de Pepe Sánchez, azul y blanca, blanca y azul, arranca la hilera de construcciones, antiguas viviendas de pescadores, que de cuando en cuando se sienten amenazadas por la ‘pala’. Pero ahí están, desafiando al mar, a los vientos… y a los que no se deciden a apostar por este enclave único y “virgen” como repite una y otra vez hasta la saciedad el concejal de Turismo. “Es un entorno privilegiado. Único no solo en la Región de Murcia, sino en el Mediterráneo. Un lugar que hay que descubrir y al que vuelves una y otra vez por mil motivos”.

Aquí volverá una y otra vez a lo largo del verano. Lo hará para disfrutar del mar, pero también de la gastronomía. “Nos hemos convertido en un referente. Me gusta disfrutar de nuevos platos en el chiringuito de Cala Calnegre. Allí, además, no hay cobertura, por lo que es imposible que puedan encontrarte. Logras una desconexión total”, relataba.

Estos días regresa a la casa de la playa donde la familia se da cita cada verano. Está en Calabardina, muy cerca del embarcadero, al que le gusta acudir para ver “unos atardeceres espectaculares”. Disfruta con la cocina de su madre, “una gran cocinera”, que no se deja ayudar en esos lares, aunque todos colaboran en el resto de quehaceres. Y no por ser el único hijo, tiene dos hermanas, renuncia a su cuota de trabajo. “Ayudamos todos. Me hago la cama, recojo la mesa… procuramos ayudar cada uno en la medida de nuestras posibilidades”.

Baja a la playa cada día cuando está en Calabardina y es habitual verlo practicar deporte. “El mayor disfrute es jugar a las palas en la orilla. Es el recuerdo más presente que tengo del verano, de mi niñez… Aquí me reúno con mis amigos de toda la vida y aprovecho para hacer deportes colectivos. El fútbol, el pádel… montar en bicicleta por Cabo Cope, correr y hacer senderismo. Ese es el verdadero verano, con el que disfruto”, relataba.

Intenta desconectar, pero no está en su filosofía de vida. Madruga cada mañana de verano, pero mientras desayuna en su mesa se agolpan periódicos regionales, pero también nacionales y, sobre todo, económicos. “Aprovecho para ponerme al día. Hago lo que no puedo hacer durante el resto del año o no con la tranquilidad que me gusta”, recalcaba.

En Calabardina está el ‘cuartel general’ desde el que hará distintas incursiones no solo a Puntas de Calnegre, sino también a Garrobillo, Avilés, Doña Inés, La Paca… Las “Tierras Altas” son otra de las premisas que ha dado a su equipo para ampliar su promoción. “Iré a la playa fluvial de Coy que me parece algo único. Como único es que sus pobladores decidan ceder los fines de semana este espacio a los que nos visitan. Me parece un gesto de generosidad tremendo”, relataba.

Entre baño y baño acudirá al Castillo. Es un habitual de las cenas en las caballerizas, teniendo de testigo la impresionante Torre Alfonsina que domina desde la fortaleza toda la comarca. Y hará recorridos por zonas limítrofes para ver “aciertos y errores”, porque como suele decir: “de todo se aprende”. Las cenas suelen ser siempre fuera de casa buscando ‘sabores’ con los que sorprender a su paladar. “Soy muy de buscar lugares nuevos. No suelo repetir en mi afán por ver lo máximo posible. Y voy echando fotografías a todo lo que creo que puede ser interesante. Intento desconectar, pero casi siempre se queda en un intento”, reía divertido.

La concejalía que dirige, la de Turismo, parece echa a propósito para él. Disfruta de cada reunión, encuentro, de los nuevos proyectos… con una pasión casi desbordante. “No hay tiempo real para hacer todo lo que queremos. Lorca es la gran desconocida, pero no solo monumentalmente, sino gastronómicamente, culturalmente… Tiene unas potencialidades que no tiene ningún municipio de la Región. En los próximos años el trabajo que se está realizando la hará despegar hasta situarse nuevamente en la capital comarcal que nunca debió perder”.

Y mientras diseña la Lorca turística del mañana disfruta del mar hasta caer la tarde con recorridos a nado de punta a punta de Calabardina que se repiten una y otra vez. De vuelta a casa, cena y largas sesiones de charlas familiares, “que para eso es el verano”, aunque aprovechaba para animar a todos “a conocer Lorca antes de buscar otros destinos más lejanos”.