En el Cortijo Torres y con una portada réplica del Palacio de la Aduana, con 24.000 puntos de luz, se celebraba la Feria de Málaga. “Ámonos pa la feria”, gritaba la pregonera, la cantautora malagueña, María Peláe, que encendía el alumbrado. Y tras cruzar el umbral de la portada, el Real de la Feria, con siete calles plagadas de farolillos. Siete días de fiesta en los que malagueños y visitantes han bailado flamenco, malagueñas, verdiales y sevillanas en las 121 casetas del Real, pero también en el centro histórico.

En la calle Lario, ante un photocall de Cartojal -el vino dulce típico de la Feria de Málaga- con toneles con lunares rosas, posaba la edil de Deportes, Irene Jódar Pérez. La lorquina parecía vestida y peinada para la ocasión. El pelo estirado y engominado y recogido en un ‘roetebajo y en la mano un abanico con el que intentaba hacer más llevaderas las altas temperaturas de estos días. Solo le faltaba el traje de gitana con volantes y lunares, pero todo se verá. Las cortas vacaciones las aprovechaba para hacer una ‘escapada’ a la capital de la Costa del Sol. “Hemos ido tres amigas. Una de ellas, se casa a comienzos de octubre, por lo que el viaje lo hemos aprovechado para celebrar la despedida de soltera”, contaba la edil.

Le apasiona el flamenco, como también a sus acompañantes, por los que acudían al Real de la Feria para disfrutar en un tablao. “Me gusta y me gusta mucho y nos ha encantado ver a la gente bailando. Nos daba cierta envidia no poder bailar como lo hace en Málaga todo el mundo, pero también nos hemos movido un poquito”, aseguraba. Y reconocía haber tenido un ‘coqueteo’ con el vino dulce de Málaga. “Está tan fresquito que te tomas uno o dos vasitos y de repente te da un subidón”, reía. Lo suyo no es el flamenco, afirmaba tajante, mientras contaba que no habían parado de tocar las palmas al ritmo de las sevillanas. “Soy arrítmica total. Vamos, que me gusta, que escucho, pero que soy incapaz de pasar de ahí”.

Del tradicional ‘pescaíto’ frito también daban cumplida cuenta, como del jamón cortado a cuchillo. Pero no les ha dado tiempo para más. “Volveremos, por supuesto, porque hemos venido encantadas. Ha sido todo tan rápido que ni siquiera hemos ido a la playa, pero habrá tiempo en otra ocasión”. De vuelta, aprovechaba lo que le resta de las vacaciones para irse unos días a Calabardina, donde veranea de toda la vida. Del chiringuito a la playa y de la playa al chiringuito, con largos paseos por Cabo Cope y muy pendiente de las puestas de sol. “Tienen para mí una atracción especial. Las grabo, las fotografío, cada día que estoy aquí. No hay ninguna igual. Las tonalidades son fantásticas. La caída del sol me da paz y tranquilidad”. Admitía que su móvil está repleto de estas imágenes y que incluso está planteándose la posibilidad de hacer algún video con una selección de las mejores.

Le gusta Calabardina en verano, pero también en invierno. “Es un encanto en cualquier época del año. Me gusta con sol, pero también cuando está nublado, cuando llueve o incluso con tormenta. Entonces, se siente con mayor intensidad el olor a sal, a arena. Aquí me siento como en casa”. A Calabardina llegó su familia hace veinticinco años. “Mis abuelos compraron una casa cuando yo tenía seis años. Y, desde entonces, siempre he pasado el verano y los fines de semana aquí”.

Los veranos de niña de adolescencia los recordaba “siempre con los mismos amigos”. Con ellos, iba a la playa, recorrían el paseo y el embarcadero, y se acercaban hasta la Cola. “Calabardina me da la vida hasta en invierno. Aquí es donde recargo pilas”. Estos días es habitual encontrarse en la playa, en el paseo y en el chiringuito a más de un lorquino. Probablemente es el lugar donde más concejales del Ayuntamiento de Lorca por metro cuadrado hay en estos momentos. “Seguro. Y no solo concejales, también funcionarios. Está metido en Calabardina medio Ayuntamiento, pero creo que es otro de los atractivos de este lugar, que estás, que te sientes, como en casa”.

Después de unos días de descanso echa en falta la habitual rutina. “Realmente no he dejado de trabajar, porque estamos ultimando los Juegos Deportivos del Guadalentín y cuando no tienes una reunión tienes que hablar con un patrocinador, pero tengo ganas de volver a mi jornada habitual. No me importa que el teléfono esté sonando a todas horas. Y necesito volver a calzarme las zapatillas, a mis entrenamientos diarios”.

El verano lo comenzaba celebrando su trigésimo cumpleaños. Lo hacía en un concierto en Benicasim. Allí soplaba las velas a mediados del pasado mes. “Arranqué el verano en un concierto soplando las velas de cumpleaños mil veces. Las apagaba y me las volvían a encender, mientras el público alrededor me cantaba Cumpleaños feliz. Fue muy divertido”. Y recordaba que nació un 14 de julio mientras se estaban celebrando las olimpiadas de Barcelona.

Está especialmente feliz porque este año los Juegos Deportivos del Guadalentín se celebrarán sin restricciones. “El año pasado fueron descafeinados y los anteriores no se pudieron celebrar. Me hace mucha ilusión esta edición y sabemos de la expectación que hay en torno a las actividades que se llevarán a cabo durante septiembre y octubre. Están previstas 70 actividades que se desarrollarán durante cinco semanas. Yo creo que la participación este año va a ser muy alta. Hay muchas ganas”.

Cuando terminen los juegos probablemente se tomará unos días para descansar, ya que no ha podido coger las vacaciones al completo. “Era imposible con lo que está por llegar en septiembre”. A buen seguro se la podrá encontrar en Calabardina, indudablemente, al caer la tarde siendo espectadora de una nueva puesta de sol.