Nunca la Travesía nocturna de montaña se ha detenido una vez que comienza todo su engranaje. El campamento base es un ir y venir de gente con prisas ultimando todos los detalles de la prueba más veterana de los Juegos Deportivos del Guadalentín. La recta final de los preparativos es una carrera contrarreloj antes de que lleguen los participantes. Reparto de walkie talkie, tablillas para anotar el tiempo de los equipos, lámparas, camisetas, avituallamiento… Una logística en la que se ven involucrados casi un centenar de personas.

Esas carreras de última hora, las indicaciones finales… eran seguidas con interés por Antonio Fernández que se sumó a la travesía de montaña nada más llegar a Lorca hace ya casi 37 años. Tenía afán por hacer suyo el control más difícil. Pero no como forma de destacar ante los demás, todo lo contrario, era una necesidad imperiosa por evitar a otros lo que podía tener cierta complicación. En su honor, precisamente, cada año el control más inaccesible o dificultoso de la prueba lleva su nombre. Este año lo fue el 12, correspondiente a la travesía larga.

Antonio Fernández no hubiera permitido un alto en el camino de la prueba para rendirle homenaje. Su discreción no se lo habría permitido. Aunque el gesto de sus compañeros y amigos, la plantación de un pino en Los Pilones que le recuerde, le habría gustado. Su viuda, Fina Díaz, así lo recordaba este sábado tras ayudar a colocar el árbol en un lugar privilegiado desde el que es visible una panorámica de la ciudad, del Castillo y además servirá para dar sombra y cobijo a los que se adentren por la senda del Cejo de los Enamorados, la ruta del Cambrón, de la Sierra de la Peñarrubia…

Su ‘compañera de viaje’ recordaba cómo Antonio se sumó a la prueba “primero como participante y luego en la organización” y “enganchó” a sus hijas, a sus nietos. “Vosotros sabéis mejor que nadie lo que la Travesía nocturna de montaña era para Antonio”, aseguraba a las casi medio centenar de personas de la organización y voluntarios de la prueba que se dieron cita en el sencillo homenaje.

Elogios de Juan de la Cruz Arcas, que se refería a él como una persona “afable, respetuosa y trabajadora”. Juan Valverde llegaba a emocionarse al recordar al “amigo” que fue y será siempre. ‘El Caldera’, Plácido Arcas y alguno más se hacían con el escardillo para ayudar en las tareas de la plantación y bromeaban intentando no ser verse sumidos en la tristeza que les producía el momento.

Alguno no podía olvidar la travesía previa a su fallecimiento, donde tuvo que ser auxiliado por un problema de corazón. “El recuerdo y su vinculación con la travesía ha hecho que siempre lo tengamos presente”, apuntaba Miguel Rafael Martínez. Andrea Periago y María Dolores Chumilla relataban historias vividas junto al que será recordado con un árbol “que nos permita sentir su ausencia en un pino lleno de vida”, sentenciaba Juan de la Cruz Arcas.