El beato de Lorca Pedro Soler podría ‘subir a los altares’ en tres años

La iglesia donde recibía el mártir las aguas bautismales acogía anoche una misa en su memoria

Decenas de fieles besaban la reliquia del lorquino en el día en que se conmemoraban 163 años de su martirio

Una devota del beato Pedro Soler besaba la reliquia al término de la misa en memoria de los ‘Mártires de Damasco’.

Una devota del beato Pedro Soler besaba la reliquia al término de la misa en memoria de los ‘Mártires de Damasco’. / Pilar Wals

Pedro Soler Méndez, mártir franciscano y primer beato lorquino, es uno de los personajes más relevantes de la Lorca del siglo XIX. Figura del barrio de San Cristóbal, alcanza por su martirio en Damasco tal perfil de universalidad en la historia de la iglesia y de la Orden Franciscana, que la ciudad no puede preterir o ignorar, a riesgo de mutilar su memoria histórico religiosa.

Anoche, el párroco de San Cristóbal, Régulo Cayuela, recordaba la vida de este joven lorquino, “mártir a los treinta y tres años en Damasco”. Destacaba que urge “recuperar del olvido histórico a esta gran figura”, refulgente en santidad, para incorporarlo a esa pléyade de eminentes lorquinos. Apuntaba que el beato Pedro Soler nacía en el barrio de San Cristóbal, entonces, vecindario de arrieros, jornaleros, criados, molineros… en su iglesia recibía las aguas bautismales hace casi dos siglos.

Apostó por crear su propio futuro. Fueron tiempos recios los que le tocó vivir. Al carecer de medios necesarios –centros de formación y conventos-, no se arredró, sino que, con mayor entusiasmo, fue venciendo las mil dificultades económicas, ambientales y sociales que se interponían en su acercamiento al carisma franciscano”, relataba.

A la misa en recuerdo de los ocho franciscanos fallecidos en Damasco seguía un responso en la capilla del Cristo de la Sangre a la que asistían los ediles Santiago Parra, Belén Díaz, María de las Huertas García y María Martínez.

A la misa en recuerdo de los ocho franciscanos fallecidos en Damasco seguía un responso en la capilla del Cristo de la Sangre a la que asistían los ediles Santiago Parra, Belén Díaz, María de las Huertas García y María Martínez. / Pilar Wals

No dudó en prestarse al servicio doméstico de un anciano canónigo, ni tampoco ser arriero, como someterse al duro trabajo de obrero metalúrgico, a fin de contribuir a paliar la indigencia familiar y labrarse su carrera eclesiástica, a la espera de abrazar el estado religioso. “Su vida cobra gran relieve al marchar de misionero a Tierra Santa y sufrir el martirio en Damasco el 10 de julio de 1860”, añadía. De esa fecha, se conmemoraba este lunes el 163 aniversario. Una misa en la iglesia de San Cristóbal homenajeaba su memoria. A su término, la capilla del Santísimo Cristo de la Sangre se llenaba de fieles deseosos de besar la reliquia del beato. Régulo Cayuela la daba a besar o a mostrar respeto. Entre las primeras en besarla, Patro Mínguez, una devota del beato, a la que seguían decenas de vecinos no solo del barrio de San Cristóbal. Y entre los que rindieron homenaje a la figura del lorquino también estaban el concejal de Turismo y Cultura, Santiago Parra; la edil de Sanidad, Belén Díaz; la de Tradiciones, María de las Huertas García; y la de Urbanismo, María Hernández.

El párroco de San Cristóbal agradecía la presencia de los fieles y les anunciaba que “se acaba de reabrir el proceso para la santificación del beato Pedro Soler por parte del Vaticano". Y aseguraba que la ‘subida a los altares’ “podría producirse con rapidez en poco menos de tres años”.