Pasando la Cadena

Cuarto menguante

José Luis Ortín

El fútbol es tan episódico como la vida; hay etapas y momentos para todo. En España atravesamos una época de noche oscura con escasos reflejos de luna en nuestras miradas al cielo, anhelando nuevos amaneceres. Tanto el combinado nacional como nuestros grandes sufren por diferentes motivos tinieblas existenciales.

Luis de la Fuente se ha encontrado una selección en ruinas tras el sonoro fracaso de Luis Enrique, quien ya heredó el desastre del mundial que acabó sin empezarlo Lopetegui, que a su vez tuvo el difícil reto de avivar los rescoldos de la otrora luminosa y gloriosa España.

Desde el Luis Aragonés triunfante de 2008 y el rutilante Del Bosque de 2010 y 2012, todos han ido hacia abajo hasta nuestros días. No se ha vuelto a ganar nada y, lo que es peor, tampoco hubo posibilidades reales de conseguir nada desde la enorme decepción que supuso el canto del cisne de la selección campeona de todo en aquel malhadado Brasil 2014, cuando todavía jugaban casi todas nuestras brillantes estrellas.

Lopetegui fue quien mejores visos de renacimiento tuvo con una brillante clasificación sin una sola derrota para el Mundial de 2018. El inefable Rubiales empezó su carrera de despropósitos con un sorprendente ataque de cuernos, dando primero el visto bueno a que dejara la Selección rumbo al Madrid, incluso por medio de un comunicado oficial, y haciéndose el ofendido a continuación cesándolo tres días antes del inicio de dicho campeonato. Desde ese momento, el entonces novato presidente no ha dado pie con bola y ha pasado sin inmutarse de verderol a fresco, por no decir más, con escándalo tras escándalo en su dirigencia federativa. Si el fútbol español quiere regenerarse debe propiciar un cambio profundo en las estructuras federativas del país, empezando por su presidente y la camada de federativos que le acompañan, entre los que se encuentra como vicepresidente un tal Joan Laporta. Y en la Liga de Tebas, solo luce el meritorio por indiscriminado control económico.

El Barça atraviesa su mayor crisis institucional. Y no solo económica y deportiva, por bien que vayan ahora en una liga oscurecida por el escándalo Negreira, sino reputacional y de credibilidad por ese caso, que es el mayor intento de corruptela del fútbol español, amén de explicitar la ineficacia de nuestra justicia deportiva.

Pienso que el Barça no ha comprado árbitros. Otra cosa es que Negreira influyera indirectamente en algunos, que pudiera ser. Y opino que el mejor equipo histórico blaugrana tampoco necesitaba corromper a nadie para triunfar holgadamente. Su irrepetible fútbol le bastaba. La prueba fueron sus también indiscutibles éxitos en Europa, donde no había mafiosos comprobados dirigiendo árbitros. Además, sentó cátedra en el fútbol mundial hasta el punto de que la mayoría de equipos y selecciones quisieron emular la ruptura y belleza que supuso su juego de ‘tiquitaca’ con lo ejercido hasta entonces. Pero por eso mismo, hace semanas que el presidente del Barça, el tal Laporta, debería haber salido a dar explicaciones. Y ya sé que es difícil reconocerse como tonto, pero no tiene otra ante el cúmulo de informaciones contrastadas que han salido tanto del entorno de la fiscalía como de Hacienda y del propio club.

Pagos desorbitados durante dos decenios, inexistencia de contratos, billetes por ventanilla, declaraciones sonrojantes, fax amenazantes, reiterados intentos de extorsión e incluso nuevos ofrecimientos del sudodicho Negreira para el VAR.

Por todo ello, la única salida airosa por humillante que parezca es reconocer públicamente que Enríquez Negreira, seguramente con cómplices señeros, se aprovechó de sucesivos incautos que pasaron por el palco del Nou Camp. Con el agravante, en el caso de Laporta, de ser el más gilipollas al cuadriplicarle la mordida. Porque cualquier otra rayaría en algo más que la también posible penada administración desleal. Demasiado para la soberbia majestad del abogado catalán.

Y llegamos al Real Madrid, abocado a una reestructuración importante. Teniendo en cuenta que los merengues aspiran a todo en sesenta partidos anuales, no menos de dos laterales y un central de garantías, dos centrocampistas ofensivos para retirar a Kroos y Modric, suponiendo que renueve Ceballos, y dos delanteros con gol para reservar a Benzema y descansar a Vinicius. Más la guinda de un nuevo técnico. Ancelotti sabe que está sentenciado. Hace meses que Pérez busca ideas nuevas para el banquillo y por eso escucha a Brasil.

Tras los éxitos pasados y milagros recientes, se avecina un año en blanco para los blancos. Si quieren tornar a cuarto creciente, cualquier otro apaño sería engañarse.

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