La Opinión de Murcia

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Pasando la Cadena

Asomos de Fortuna en paisajes de frontera

José Luis Ortín.

Vivimos en la frontera entre el éxito y el fracaso desde que empezamos a tomar decisiones. Y cuando maduramos, la vida nos sorprende a veces con regalos que no sabríamos explicar. Otras, nos niega logros que teníamos a mano o cierra puertas que creíamos abiertas para siempre.

Y es que, al margen de nuestra cuna, si nuestra existencia fuera fácil caeríamos en el ostracismo por simple condición humana. El esfuerzo es forzado y el descanso y el disfrute son tendencia habitual. Quien niegue esto se niega a sí mismo o es un ave rara en el paraíso del hombre; excepcionalidad que confirma la regla. Una metopa para colgar llaves que me regalaron incluía la leyenda: «Qué bueno es no hacer nada y luego descansar». Querencia tan humana como innegable.

Cuando Valverde enchufó el golazo al Sevilla, otro más, imaginé los miles de tiros lejanos a puerta que habrá ensayado desde niño y los cientos que habrá hecho sin éxito en sus partidos. Desde la realidad de aquella condición humana, la mayoría, porque también hay egoistones, cenizos y rácanos; sabemos reconocer el mérito de quienes luchan sin descanso por cumplir sus metas. Incluso poniéndolos por encima de quien tiene la fortuna de venir con ventaja por genética, de quienes lo tienen más fácil por haber nacido con cualquier don excepcional o del suertudo porque alguien se lo facilite todo continuamente.

Necesitamos héroes para retroalimentar los ánimos en nuestra pelea diaria por la vida; guerreros, deportistas, creadores, artistas, mártires, vecinos ejemplares, padres abnegados y hasta toreros o santos eclesiásticos. Mitos reales, en definitiva. Y si no, hasta nos los inventamos por la necesidad de creer firmemente en algo sobrenatural desde nuestra reconocida pequeñez, al conocer de primera mano el saco de nuestras frustraciones por defectos y carencias, salvo los enfermizos casos de soberbia insuperable.

El problema viene cuando elevamos a la categoría de infalibles y eternos a esos mitos. Eso causa que cuando pierden comba seamos también sus mayores críticos. En nuestro caso, futbolistas aclamados durante años y silbados en cualquier campo o tachados de viejos cuando las hojas del calendario barren irremediablemente sus carreras. Cristiano Ronaldo es un paradigma de todo eso en el fútbol actual. Hasta hay quien le pide caritativamente por escrito que no arrastre más su imagen con su cuerpo por esos campos de Dios.

Necesitamos vivos a nuestros mitos. Por eso, una vez que cuelgan las botas, vuelven y volvemos a gozarlos cada semana en el paraíso de nuestros héroes futbolísticos, recordándolos portentos virtuosos aun después de muertos, olvidando con cariño sus miserias. Di Stéfano, Gento, Cruyff, Maradona o Luis son una buena muestra del pasado glorioso, como a este lado de la vida continuamos disfrutando de Pelé y Zidane o del todavía activo Iniesta. Y de tantos otros en cualquier paisaje futbolero regional, nacional o mundial. Hagan memoria ustedes mismos.

A pesar de su juventud, Fede Valverde ha perseverado con humildad para alcanzar el cenit del fútbol y seguirá cumpliendo hitos en su camino hacia la gloria internacional. Como Vinicius, aunque deberían exigirle serenidad, Militao o Rodrygo, y en el otro lado de la Liga, Ansu, Gavi o Pedri. El inminente mundial puede jalonar sus carreras.

La ventaja de los blancos sobre los culés es que el Real Madrid es ahora el mejor escaparate, y la de los brasileños que jugarán en Qatar con una selección candidata indiscutible al título. Como lo será para Tchouaméni y Koundé con Francia. Jugadores todavía en tierra de frontera, porque Benzema ya ocupa el altar de los elegidos con su flamante y merecido Balón de oro, aunque se acercó a la gloria cerca de la treintena.

Respecto al goleador merengue, muchos defienden que cuajó en glorioso con la marcha de Cristiano, que supuestamente lo tapaba. Y aunque tengan parte de razón, tampoco olvidemos que antes del luso era tan discutido como suplente habitual de Higuaín. Calidad tuvo siempre, pero ahora pesa menos que entonces. Los kilos, aun jóvenes, también entorpecen, y la experiencia aporta confianza. Don Alfredo cumplió en el Madrid treinta años al poco de llegar al Bernabéu y le dio tiempo a hacerse sobrehumano.

Aunque a veces son de pura suerte, los asomos de fortuna suelen tener detrás una vida de esfuerzo y sacrificios. Y cuando pasan a habituales en los paisajes de esa frontera de todos: la lucha permanente que divide lo normal de lo excepcional, cuajan en mitos eternos.

Valverde empieza a estar ahí.

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