Tenis

Carlos Alcaraz sucede a Rafa Nadal en el trono del Conde de Godó

El tenista murciano, que hoy aparecerá en el número 9 del ranking mundial, supera en una jornada maratoniana a De Miñaur en semifinales tras levantar dos bolas de partido, y a su ‘hermano’ Carreño en la final para conquistar el cuarto título de su carrera

Carlos Alcaraz se baña en la piscina del Real Club de Tenis Barcelona, uno de los rituales que llevan a cabo los campeones del Conde de Godó todos los años. | EFE/ALEJANDRO GARCÍA

Carlos Alcaraz se baña en la piscina del Real Club de Tenis Barcelona, uno de los rituales que llevan a cabo los campeones del Conde de Godó todos los años. | EFE/ALEJANDRO GARCÍA / JAUME PUJOL-galcerÁn. BARCELONA

Jaume Pujol-Galcerán

Brazos arriba y manos a la cabeza. En apenas 65 minutos, el murciano Carlos Alcaraz no ha dejado escapar la oportunidad de convertirse en el heredero de Rafael Nadal en Barcelona al vencer a su amigo Pablo Carreño por 6-3 y 6-2. Es el cuarto título de su espectacular carrera, el quinto si incluimos el Next Gen de Milán. «Las finales no se juegan, se ganan. Eso es lo que me inculcaron desde pequeño. El mejor partido del torneo», ha dicho en la pista, feliz y orgulloso después salvarse del KO en las semifinales.

Alcaraz aparecerá hoy en el puesto número 9 mundial. Como Nadal en 2005, cuando hace 17 años, también un 25 de abril, mordió su primer título en Barcelona, el tenista murciano ya está en el club de los 10 mejores del circuito con 18 años, 11 meses y 22 días. Apenas un mes y dos días más tarde que el exnúmero 1 mundial, campeón en 12 ocasiones del torneo barcelonés. Alcaraz se convierte en decimocuarto campeón español desde que Andreu Gimeno ganó el primer título en 1960.

Carlos Alcaraz levantando la copa del Conde de Godó.

Carlos Alcaraz levantando la copa del Conde de Godó. / ALBERT GEA

Dos ‘match balls’ salvados

Tres horas después de salvarse de la eliminación, en un maratoniano partido ante el australiano Alex De Miñaur que ganó por 6-7 (4), 7-6 (4) y 6-4, tras una batalla de 3 horas y 43 minutos. En un partido donde al australiano se le escaparon dos ‘match balls’, con 6-5, en el segundo set, especialmente el primero que falló en la red con su derecha y toda la pista abierta. Un error que no olvidará en mucho tiempo.

Después de ese «milagro» de las semifinales «la paliza» por el desgaste en la pista, como reconoció Alcaraz, la final ha sido mucho más plácida. «El hermano menor contra el mayor», como se reconocen entre ellos.

La igualdad ha durado cuatro juegos. En cuanto Alcaraz ha hecho el primer ‘break’ (3-2) ya ha puesto la directa para dominar como le gusta. Con su saque, con su poderosa derecha apuntando a las líneas, alguna dejada ‘mágica’ para romper el ritmo y, sobre todo, mucha más paciencia de la que había tenido por la mañana ante De Miñaur, no ha dejado escapar a su presa.

A Carreño le faltaba chispa para pelearse con su hermano pequeño a pesar de que, en las semifinales, apenas se había desgastado para vencer al argentino Diego Schwartzman (6-3, 6-4). «Me ha costado seguirle el ritmo. Ha jugado muy agresivo y yo no estaba tan fresco», admitía Carreño, conformado con ser el finalista y cerrar una gran semana a pesar de no ganar».

Ayer era la primera vez que se cruzaban en un torneo del circuito ATP, aunque comparten desde hace años amistad y entrenamientos en la academia de Juan Carlos Ferrero en Villena. Durante la pandemia del covid-19 estuvieron casi tres meses preparándose a diario juntos. Mucho le debe Alcaraz a Carreño de esos días pero, en la pista, como decía antes de la final el tenista murciano, «no hay amigos».

Carreño conoció a Alcaraz con 14 años, cuando participó en un calentamiento de su partido don Thiem en el Massters de Londres. «Fue en el O2 y Albert Molina [el mánager de ambos], me pidió que peloteara con él. Me sorprendió. Falló menos bolas que yo. Parecía que era él quien iba a jugar el partido», recordaba estos días Carreño.

«Nos conocemos más que de sobras. Hemos hecho miles de entrenamientos, pero en la pista no hay amigos», adelantaba Alcaraz.

Después sí los hubo, tras la final, los dos amigos se sentaron en las sillas comentando el partido mientras solistas del coro de cámara del Liceo cantaba «Barcelona», la canción de los Juegos del 92, y se hacía la entrega del título de dobles a los alemanes Kevin Krawietz y Andreas Mies que derrotaron al mexicano Santiago González y el argentino Andrés Molteni por 6-7 (6), 6-4 y 10-4.

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Su entrenador , Ferrero, destacaba la mentalidad de su discípulo. «Ha olido sangre y ha ido a por ello. La virtud de Carlos es que lo da todo y en las finales siempre tiene un extra más», destacaba el exnúmero 1, que tampoco olvidaba los malos momentos que pasó Alcaraz durante la semana.

«Ha habido altibajos», apuntaba feliz por verle recoger ese trofeo que él mismo ganó en 2001, cuando Alcaraz ni había nacido.

«Siempre he sido un chico normal de pueblo. No me asusta la fama»

Carlos Alcaraz aseguró que no quiere poner «ningún límite» a su progresión en el circuito. «Al final, los límites te los pones tú, y no quiero ponerme ningún limite. Quiero seguir jugando al nivel al que estoy, porque si despliego este nivel tengo muchas opciones de seguir ganando a los torneos y a los mejores. Quiero seguir disfrutando en pista, pero el techo aún no lo quiero tocar», declaró el murciano.

Sobre el hecho de entrar en el top-10 del ránking ATP un 25 de abril después de ganar en Barcelona, al igual que hizo su ídolo Rafa Nadal hace 17 años, Alcaraz afirmó que se trata de una «dato impresionante» y «especial».

Preguntado por el origen de su gen ganador, pues ha vencido en las cuatro finales que ha disputado hasta la fecha, Alcaraz explicó que le viene de familia. «Mi padre y mi abuelo, como todo mi equipo, siempre me han dicho las finales no se juegan, se ganan. Es lo que he hecho hoy, pensar en todo momento que hay que ir a por ello y que íbamos a ganar la final», explicó.

«Siempre he sido un chico normal de pueblo. No me asusta la fama. Voy a seguir siendo el mismo de siempre. No porque la gente me reconozca más voy a cambiar mi forma de ser. Me siento un jugador que puede ganar, la gente me anima, pero cuando vuelvo a casa soy el chico de siempre», confesó.

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