¿Cómo apareció el deporte en su vida?

Desde que tengo uso de razón recuerdo estar todos los días en la calle con el balón. En el colegio ya empecé con el fútbol sala y Paquito, un entrenador que llevaba el equipo femenino de Las Torres de Cotillas, me fichó. Mi madre no quería, al final la convencimos y después era ella la primera que iba a mis partidos.

¿Pero por qué al balón, por tradición familiar?

Porque siempre estaba jugando al fútbol en la calle con mis primos. Poníamos dos cajas en cada esquina como porterías y jugábamos con una pelota de tenis. Teníamos la suerte de que pasaban dos o tres coches en todo el día.

Y empezó a destacar desde muy pequeña.

La evolución fue rápida, pero es que desde los 9 años estoy federada. Yo estaba en el Efutsa, pero el equipo desapareció y me tiré una temporada sin jugar. Después, cuando ascendimos a Segunda, Miguel Sánchez, del UCAM, contactó conmigo y estuve siete años en Murcia, cinco en Segunda y dos en Primera.

¿Por qué se fue a jugar a tan lejos?

Para vivir del fútbol sala y eso solo me lo permiten a 1.000 kilómetros de casa. Estoy aprovechando el momento de dedicarme exclusivamente al deporte, que en el Pescados Rubén Burela de Lugo sí nos lo permiten.

¿Qué condiciones tiene de contrato?

Es profesional y cotizamos a la Seguridad Social, algo que solo pasa aquí en el fútbol sala femenino español.

Entonces es una privilegiada.

Sí porque cotizo jornada completa, con contrato profesional, es increíble. Ahora estamos con la firma del primer convenio colectivo del deporte femenino con unas condiciones tremendas, donde nos protegen en caso de embarazo... Lo que está haciendo este club por el deporte femenino es muy bueno porque tiene que servir como ejemplo. Es muy difícil que el resto de equipos tengan patrocinadores como los nuestros, pero el fin es que las empresas se fijen más en el deporte femenino.

Entonces el Burela es un club atípico en una liga amateur.

Sí porque todas las jugadoras vivimos de esto, pero también el cuerpo técnico y los trabajadores de las oficinas. Pero es que al margen de jugar tenemos que asegurarnos el futuro, ya que no somos futbolistas del Real Madrid o del Barcelona. Nosotras tenemos un sueldo para pasar el mes, pero no millones de euros para después retirarnos.

¿Está estudiando?

Gracias a los años que estuve en la UCAM me saqué Enfermería y ahora estoy preparando una oposición.

Ha debutado con la selección. ¿Lleva la cuenta de los partidos?

Claro. La temporada pasada estuve tres veces y este año fui a los amistosos de Murcia. Ahora mi objetivo es estar en el Europeo de febrero.

Ya era hora de tener un torneo oficial.

Siempre hemos tenido torneos internacionales, pero al no ser oficiales no se preparan igual. Hay dos selecciones por encima de las demás, que son España y Portugal.

¿Quién ha sido su referente como jugador?

La verdad es que nunca me he fijado en un jugador en particular, pero de ElPozo me gustaba Kike Boned y a día de hoy, creo que Ferrao está por encima de todos los pívots. Y como jugadora ahora tengo la oportunidad de ser compañera de Cilene, que es un espectáculo.

Allí en Burela tienen que ser las estrellas deportivas.

Sí, llama mucho la atención que todo el mundo nos conozca. Cuando vamos a comprar el pan nos animan. Aquí está pasando como en Roldán, donde todo el mundo va a los partidos. Y lo más impresionante es la cantidad de niños que hay en las escuelas para ser un pueblo tan pequeño.

¿Qué falta para que todas las mujeres deportistas puedan ser profesionales o al menos coticen?

Yo tengo la suerte de haber vivido de todo. En el Efutsa, por ejemplo, nos íbamos a jugar a Cádiz y teníamos que llevar la comida porque no había dinero para nada. Después, en el UCAM ElPozo parábamos a comer y después nos daban el táper con pasta. Y aquí lo tenemos todo, lo que haga falta. Pero sí que es verdad que nuestra situación no es la del resto de equipos. Lo normal es que viajes la misma noche y duermas en el autobús. Creo que falta compromiso por todas partes, no solo de las empresas, también de las jugadoras. Igual que exigimos ser profesionales, nosotras deberíamos tener más compromiso con el fútbol sala.

¿Pero no teme que se quede en una moda que todo el mundo hable ahora de deporte femenino?

No, es un paso. Desde más arriba se están dando cuenta de que muchísimos de los títulos que se están consiguiendo en España son gracias al deporte femenino. Ahora estamos apareciendo más y existimos un poco más.

Pero antes muchos padres no querían ni que sus hijas hicieran deporte.

Sí, mi madre decía que yo no podía jugar al fútbol sala porque se me iban a poner piernas de tío. Pero al final mírala, es una aficionada más y ahora está encantada.

¿Cómo se tomó que se fuera tan lejos?

Pues fue la primera que me dijo que lo hiciera. Vio que llevaba muchos años sacrificándome por esto, ella misma también porque me llevaba a los entrenamientos con mi abuelo, y le ha hecho más ilusión que a mí.

¿Todavía hay gente que las señala como masculinas por hacer deporte?

Sí, pero eso, por desgracia, no se va a acabar nunca, siempre habrá gente que piense así. Es muy difícil que nadie el día de mañana haga un comentario así.