Murcian@s de dinamita

Celia Martínez Mora, la ingeniera agrónoma apasionada por la vida

Celia Martínez Mora.

Celia Martínez Mora. / RAFA HORTAL

Pascual Vera

Pascual Vera

Quizás fueron las olas y el viento de su querido Mar Menor, cuando veraneaba en los Nietos, la Ribera y La Manga, lo último que escuchó aquella Celia Martínez Mora niña cuando, a los ocho años, perdió la audición a causa de una enfermedad. Probablemente fue esa circunstancia de relativo aislamiento la que propició que Celia se viera espoleada a ser una de las personas más comunicativas, sociables y empáticas que este cronista ha conocido. Es imposible no dejarse llevar por la vivacidad, jovialidad, empuje y entusiasmo que pone en todas las empresas que acomete. Quizás por esa habilidad innata se prodiga en encuentros, mesas redondas, publicaciones periodísticas, redes sociales…

Es uno de los rostros más conocidos de la plataforma Pacto X el Mar Menor, desde la que ha reivindicado de forma incansable una ley integral de protección y conservación del Mar Menor. Celia está convencida de que han sido los vertidos, sin tutela efectiva de la administración competente, los que han destruído la laguna, por lo que pide la paralización inmediata de todo tipo de vertidos en la misma. Ella siempre advierte de que la politización en la tarea de recuperación es un lastre, y asegura por activa y por pasiva que es imposible salvarlo y salvarnos sin un acuerdo entre todos, por lo que alienta a aprovechar y hacer confluir conocimiento y sentimientos en esta travesía llena de desafíos. Y esto lo asevera alguien que es Ingeniera Agrónoma especializada en Química Molecular de las plantas, atesorando por tanto una formación que la convierte en una voz absolutamente cualificada y con un conocimiento profundo en el tema. Y que pide a voz en grito que no se vuelva a silenciar ni mentir sobre algo tan querido y tan nuestro.

Desde su atalaya periodística, Celia pone periódicamente su dedo en diferentes llagas de manera impecable, y a menudo implacable, al tiempo que describe costumbres y tradiciones en las que está inmersa con frecuencia, como las procesiones de su querida Cartagena. Y lo hace con una capacidad de análisis y una lucidez que la emparentan con una etnóloga, una nueva Caro Baroja, cartagenera y regional, que es capaz de ver en nuestra artesanía una virtud vital: la que contiene una parte de nosotros y de quienes nos precedieron.

Celia tiene, desde luego, una parte disfrutona. Le gusta aprovechar el momento y pasarlo bien con los suyos, disfruta de los viajes y de cada cosa nueva que aprende con ellos con una gran intensidad. Se embebe de la historia de las ciudades y parajes que visita, y proclama a los cuatro vientos que esta, la historia, es la mejor maestra. Y bailar. Le encanta bailar al ritmo de la música acercándose a los bafles y captando unos sonidos que le entran también por los ojos.

Es fácil verla en las redes sociales sonriendo, con esa sonrisa suya que parece perenne, y aprovecha cada rincón, cada objeto, para interactuar con ellos en actitudes divertidas.

Sabe que la vida es más, mucho más, que cualquier afición o tendencia. Hay que vivir, y superarse no es una opción, sino una forma de ser. La suya.