Dice Paco López Mengual (Molina, 1962) que él siempre camina con la cabeza gacha buscando el trébol de cuatro hoja, y que lo que recoge en el camino con pequeños mitos en forma de cuentos que forman parte del patrimonio inmaterial de la Región. Su empeño desde hace años es registrar estos relatos, salvaguardarlos del olvido, y a ello debemos libros como La pistola de Hilarito y otras historias que me narraron (2014) y Un paseo literario por las calles de Murcia (2016). Ahora completa esta trilogía con Paseo por historias y leyendas de Cartagena (Tirano Banderas, 2022), que ha escrito a cuatro manos junto a Beatriz Sánchez del Álamo. Asegura que es ideal para trabajarlo en colegios e institutos de la ciudad.

Parece que se haya propuesto no dejar una historia sin narrar a lo largo y ancho de la Región...

[Ríe] Sí. La cosa empezó en mi pueblo, con las historias que llevaba escuchando desde niño. Y aquello me llevó a Murcia y, ahora, a Cartagena, que es una ciudad que siempre me ha atraído. Además, piensa que tiene tres mil años, con lo que sus calles están colmadas de mitos y leyendas de unas y otras culturas. Porque, claro, los diferentes pueblos que han pasado por allí han ido dejado historias y anécdotas que, considero, son patrimonio inmaterial de la Región y corren el riesgo de desaparecer. Por eso, cuando conocí a Beatriz Sánchez y me propuso hacer algo similar a lo que había hecho en Molina y Murcia no dudé ni un segundo.

¿Qué es lo que le atrae de estos relatos?

Que son historias que han ido pasado de generación en generación. Recuerdo aquellas calurosas noches de verano de cuando era niño, que la gente se salía a la calle porque en las casas no había aire acondicionado. Y se sentaban y contaban mitos, leyendas. Había grandes narradores, y nosotros estábamos ávidos por escucharles.

Porque muchas de estas historias no son fáciles de encontrar por escrito. ¿Qué papel juega la tradición oral este proyecto?

Capital. Hay pueblos que no tenían alfabeto y que, sin embargo, tenían sus historias y estas les han sobrevivido. Los apaches, por ejemplo: nunca registraron estos mitos y leyendas, pero se reunían alrededor de un fuego y así las mantenían vivas. Eso me ha atraído siempre. Por eso yo, cuando voy a visitar alguna ciudad, más que los lugares típicos o los monumentos (que también), voy buscando las historias que pululan por ahí. Nosotros tenemos la suerte de que en la Región rascas un poquito y enseguida salen, pero es un patrimonio que se está perdiendo... Ha llegado un momento en el que hay una especie de brecha generacional que ataca al posible interés que los jóvenes puedan tener en estos relatos; o incluso en los de su propia familia. A mí me ha ocurrido de contarle historias a un chaval sobre su abuelo y que las desconociera: me decía que nunca las había escuchado, pero igual la realidad es que nunca había prestado la suficiente atención... 

¿Es la Región un sitio particularmente rico en este tipo de leyendas (en comparación con otras comunidades o territorios)?

[Piensa] Yo creo que todos los lugares son ricos en historias, lo que ocurre es que no siempre hay gente que se empeñe en descubrirlas y difundirlas, que es lo que yo hago. Y no solo con mis libros: también visito centros de enseñanza.

Alguna vez ha dicho que estas historias le llegan casi de manera fortuita, pero, igual que la suerte hay que buscarla, tengo la sensación de Paco López Mengual anda permanentemente a la caza...

[Ríe] Sí, yo siempre ando mirando al suelo y buscando el trébol de cuatro hojas. Y lo cierto es que tengo bastante suerte, porque a menudo lo encuentro. De todas formas, creo que también tiene mucho que ver con tu mirada, con qué ojos veas esa historia que te están contando. Yo lo primero que necesito para ‘guardarme’ un relato es que me impacte: si a mí no me entusiasma, es difícil que al lector le vaya a conquistar. Es parecido a lo que hacéis los periodistas: igual yo no le veo la molla informativa a una historia pero tú encuentras algo que puede convertirse en un gran artículo.

Usted es orgulloso molinense, de los de la generación del meteorito, y siempre ha tenido una fuerte vinculación con Murcia, pero ¿qué es lo que une a Cartagena?

Yo pertenezco a una familia de comerciantes que se remonta al siglo XIX, y durante el XX, casi hasta el final, Cartagena fue un gran punto de confluencia de empresas de paquetería (seguramente por el puerto). Total, que los almacenes cartageneros eran los principales proveedores del comercio que regentaron mis abuelos y, después, mis padres, por lo que a menudo nos visitaban comerciales de aquellas tierras que venían a vender sus productos y nos dejaban, además, sus historias. Para mí era un auténtico festín: leyendas de la antigüedad, de diferentes pueblos, anécdotas de la Guerra Civil... Algunas de ellas aparecen en este libro.

¿Cómo de amplio es el espectro histórico que abarca este libro?

La más antigua es una historia de la Carthago Nova Romana cuyo protagonistas es Polibio, un esclavo griego al servicio de Escipión y pasaba por ser uno de los grandes intelectuales de la época. De hecho, era el educador de los hijos de su señor, para el que, más que un siervo, era un amigo. La cosa es que, gracias a él, Cartagena puede presumir de ser la primera ciudad del mundo que fue descrita: ni París ni Londres, ni tan siquiera Roma, Cartagena.

Podíamos haber incluido alguna historia anterior, remontarnos a los cartagineses, pero esa es una época que quizá está más trillada. Al final hemos recogido nueve cuentos que pasan por el Medievo (con la leyenda de la emparedada en el Castillo de la Concepción), la Guerra de la Independencia (cuando se linchó al regidor de lo que actualmente es el Casino de Cartagena por ‘afrancesado’), el siglo XIX (con historias como la de la princesa rusa de la Isla del Barón y, por supuesto, la de Isaac Peral, que ilustra muy bien la desidia que ha habido siempre hacia la ciencia) y, como comentaba, por la Guerra Civil, con dos de mis cuentos favoritos: los de Chipé y Caridad la Negra.

Hábleme de ellas.

La de Chipé creo que ilustra muy bien lo que pasó en la Guerra Civil. De hecho, él fue posiblemente una de sus primeras víctimas, ya que debieron asesinarle el 18 o 19 de julio del 36. Lo linchan y lo arrastran por toda Cartagena como un símbolo de la victoria del pueblo contra los golpistas. Y Caridad la Negra fue, seguramente, la prostituta más conocida del Molinete, barrio que era especialmente conocido por sus clubs y cabarets. Piensa que Cartagena era ciudad portuaria y de mucho trasiego de soldados, lo que suele ser indicativo de golfería, con lo que su fama no era cualquier cosas. Es más, fue incluso amante de un ministro con Alfonso XIII, pero a la vez era una mujer que no necesitaba de los hombres para sobrevivir. Ella siempre supo mantener su independencia y, en la guerra y junto a un concejal comunista, logró salvar a la talla de la patrona de Cartagena de ser quemada por una turba enfurecida.

Seguro que la de la emparedada es otra de sus favoritas, que ya sabemos por aquí lo que le gustan las historias truculentas...

[Ríe] Ya sabes tú que en todas mis historias siempre hay algún muerto. Sí, esta también es de mis favoritas. Cuenta los orígenes del Castillo de la Concepción, del ‘Castillo de los Patos’, cuyo dueño, Rocatti de Alvear, se casó con una bellísima mujer que, sin embargo, estaba enamorada de otro hombre. La pobre terminó emparedada por esos amores y, todavía hoy (y según el imaginario popular), Doña Sol –que así se llamaba– sigue vagando en las noches de luna clara por las cimas del castillo.

Por cierto, lo comentaba antes: esta vez ha tenido ayuda, la de Beatriz Sánchez del Álamo.

Efectivamente. Ella hace rutas por Cartagena y, al parecer, se había fijado en mi trabajo en Molina y Murcia y quería algo similar para su ciudad. Porque ella es una cartagenera de pro, con sus ocho apellidos en regla y una devoción total por sus calles e historia. Así que se puso en contacto conmigo y yo me acerqué hasta allí para conocerla mejor a ella y su propuesta. Me hizo uno de sus paseos y, la verdad, quedé encantado con la forma en que cuenta todas estos mitos: en vez de con tantos datos y fechas, buscando la esencia; me sentí muy identificado.

Un libro dedicado a Molina, otro a Murcia, ahora, este... ¿Algún otro municipio en el radar?

[Ríe] En principio, no. Doy un poco por terminado ese trío de libros con el de Cartagena. Pero bueno, nunca se sabe; igual de pronto me topo con otro manantial de buenas historias y las escribo. Ya sabes: siempre con la escopeta montada y dispuesto a cazar a las presas.