Entrevista | Nicole Palacios Artista plástica y profesora

Nicole Palacios, el cine como inspiración constante

Nicole Palacios.

Nicole Palacios.

Javier Lorente

Javier Lorente

Hija de emigrantes españoles en Francia, con 8 años se vino a España. Vivió en el Puerto de Sagunto y se pagó la carrera de Bellas Artes mientras trabajaba, primero recolectando judías verdes en el campo (bachoqueta), y luego en una tienda de deportes. Desde niña, que no paraba de dibujar, no quiso estudiar otra cosa, pese a que su madre quería que fuese enfermera, ella dijo que o el arte o nada.

Quedo con Nicole Palacios Garrido, veterana artista plástica a la que sigo y admiro desde hace años y que también fue profesora de Bachiller de Arte de mi hijo, como de tantas generaciones. Ella vive en la conocida Plaza del Rey de Cartagena, en una casa que hace ‘pico esquina’, y las ventanas de su estudio dan al sur y al oeste. En la foto salen sus dos perritas, Ela y Lula, que nos acompañan en la entrevista y que su dueña me dice que son adoptadas: una recogida de un albergue y la otra, de la calle, que fue la última compañera de aquél mendigo ‘vaquero’ que murió de frío un invierno en la ciudad. Nicole las acaricia y les dice: «Nadie me quiere más que estas dos preciosidades», lo cual es un poco exagerado porque la artista vive con su hija y con su madre.

Su primer destino como profesora fue en Guadalajara, donde estuvo dos años, pero ella no podía vivir sin el mar Mediterráneo, así que lo más cercano a Valencia que encontró fue Cartagena, por recomendación de su mejor amigo de la Facultad, Ángel Mateo Charris, que luego ha sido compañero suyo en la Galería Bambara y autor de algunos magníficos textos para sus catálogos. «No me costó nada enamorarme de Cartagena, y aquí me quedé. Cuando se estableció el Bachillerato Artístico en el Instituto Ben Arabí, mi satisfacción fue total, y mis alumnos siempre han sido magníficos. He disfrutado la enseñanza tanto como la creación. Me acabo de prejubilar y ahora ya me queda todo el tiempo del mundo para mi obra», y me dice que mucha gente que se dedica a la enseñanza, al final, acaba no pintando, pero ella lo ha compaginado siempre, como una necesidad, cultivando una larga trayectoria de exposiciones por toda España y en ferias extranjeras, como la de Gante.

Me cuenta algunas anécdotas, como los meses que estuvo en silla de ruedas por una operación y que coincidió con los tres meses que tuvo el ascensor roto: Se encerró en el estudio, no podía bajar para nada, fue su segundo confinamiento, así que no paró de trabajar. Y me habla de su última muestra, en la Galería Gigarpe, titulada Guerra y Paz, un homenaje y una denuncia de las guerras y de la de Ucrania. Y sobre todo hablamos de cine, que le apasiona y que siempre está tan presente en sus obras: «Ya desde mi paso por la Facultad he aprovechado el mundo del cine para interpretar la realidad. Mis obras siempre hablan de mi mundo, de lo que pasa, de lo que le pasa a la gente y a los míos, y el cine me ayuda a contarlo».

De sus referentes me cuenta que han ido cambiado con el tiempo, pero que son muy diversos, desde Modigliani a Picasso, Chirico, los expresionistas alemanes o españoles o las obras de Robert Rauschenberg, y terminamos hablando del mundo actual: «Me preocupa mucho la viabilidad de nuestra civilización, las grietas y las heridas de nuestra civilización, la insostenible desigualdad, la injusticia y la urgencia del cambio climático, la violencia, las guerras, la desesperanza de la gente y, sobre todo, de los jóvenes, los terribles efectos de la pandemia, no solamente en la economía o en la salud, sino también en la infelicidad de la gente…», y me dice de Cartagena: «Pese a todo lo mejorable, a todo lo que queda por hacer, si soy sincera, esta ciudad es mucho mejor que la que yo me encontré en los años 90. La cultura ha mejorado por la parte musical, pero hay que avanzar en las artes plásticas: nos estamos quedando sin galerías, hacen falta salas de exposiciones y prácticamente ha desaparecido el coleccionismo privado y el mecenazgo».