La Opinión de Murcia

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En su rincón

Cari Gil: activa, afectuosa, multidisciplinar

CARI GIL

Mi instituto pasó a ser mixto en COU, pero sólo una chica se atrevió a matricularse para hacer el último curso en una clase llena de chicos. Esa fue Caridad Gil Lurqui, que pronto se convirtió en nuestra musa y, sobre todo, en el alma de las fiestas y los eventos culturales, inseparable de su guitarra. Nos cantaba por Cecilia o Mari Trini o sus propias canciones. Después estudió Magisterio, no ha parado de hacer teatro, en las compañías de Pepe Salguero, ha hecho musicales, como La Casa de San Jamás, que ha estrenado estos días en el Centro Luzzy, ha sido solista en La Magister y en la Juvenis Música, dos importantes corales; sigue componiendo temas tan maravillosos como el de Mar de Cristal, sobre el Mar Menor de nuestra infancia, canción preciosa que se adelantó a la de Somos Sol y Sal; lleva años pintando murales y cuadros, forma parte del colectivo Cartagena Creativa, compuesto por mujeres de varias disciplinas artísticas, así como de La Compañía de Mario, de artistas urbanos y, por si le sobrara tiempo, es directora del Colegio Virgen del Carmen de Cartagena, donde ejerce de maestra de infantil y de música.

La conversación, en su despacho, con esta persona tan activa, afectuosa y multidisciplinar es todo un disfrute. Su abuelo se exilió a Francia y al volver puso una barbería en pleno casco antiguo de Cartagena: «Yo vivía con mi abuelo y lo adoraba, él tocaba el acordeón y bailaba, y mi madre cantaba con una voz maravillosa, así que no era difícil que yo pidiera, con ocho años, a los reyes magos, una guitarra, ni que la primera canción que escribí se la dedicara a él», y añade: «Yo tenía algo dentro que necesitaba sacar, por eso empecé a cantar y a tocar la guitarra para acompañar mi voz. De pequeña me presentaba a cuantos concursos de canción había y gané premios por toda la comarca, también actuaba en la radio y en las pocas actividades culturales que en aquellos años había en Cartagena. Cuando la profesora de Literatura del instituto vio las letras de mis canciones, se empeñó en que estudiara Letras, pero mi madre insistió en que hiciera Magisterio y lo hice a regañadientes, porque yo lo que quería era cantar. Pero todo cambió: al hacer las prácticas de la carrera, al sentarme en el corro con los niños, a los que cantaba y le hacía la payasa o trozos teatrales, mientras se divertían o se quedaban embobados, me quedé enganchada de la educación y me di cuenta de que no había nada tan hermoso como ser maestra». También me dice que «siempre he querido enseñar a los niños a vivir el arte y la música, por eso completé estudios en el Conservatorio e hice ursos de Pedagogía Musical con profesores del muchísimo nivel».

A medida que sale en la conversación, me sorprendo más de la gran capacidad de esta mujer, que además es madre, para estirar su tiempo y ser una auténtica activista cultural: «He cantado muchos años con el filósofo y músico Pedro Egio, actuando en la Basílica de la Caridad, en las iglesias, en centros culturales, en La Puerta Falsa, etc. He hecho mis coqueteos con el jazz y en la actualidad estoy haciendo cante flamenco en el Conservatorio. En el teatro empecé en 1977, haciendo el musical Evita, con Pepe Salguero, en una versión basada en el original en inglés, que se adelantó a la traducción que hizo Paloma San Basilio…».

Sin duda que lo hicieron porque no sabía que era imposible. «No he parado desde que empecé en aquella Plataforma Juvenil de Arte y Cultura, con Pérez de Lema, de la que han salido tantos profesionales actuales de la música y el teatro y ¿quieres que te confiese una cosa? La vida te va llevando y a ti te toca elegir en cada cruce de caminos, pero no tengo ganas de jubilarme, la escuela y la cultura es mi vida y no me imagino haciendo nada mejor ni me imagino no haciendo nada».

¿Su combustible?: «Soy muy positiva. Las cosas malas te hacen crecer y las cosas buenas son un bálsamo en el camino». Amén.

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