Dos años después, el Museo Ramón Gaya tiene por fin nuevo director. Se trata del artista Rafael Fuster (Murcia, 1978), cuya propuesta se impuso –tras superar la fase de méritos y una entrevista– a la de otros siete candidatos. Así lo anunció el Ayuntamiento de la capital del Segura hace un mes, pero no fue hasta ayer cuando el también comisario y estudioso tomó posesión durante un acto celebrado en el consistorio municipal. Poco después, atendía a LA OPINIÓN.

Supongo que contento, ¿no?

Sí, claro, muy contento. Es un trabajo muy ilusionante y me apetece muchísimo ponerme ya manos a la obra. Porque para mi Gaya es un referente, un ejemplo de vida, y poder servir a la pintura (y en concreto a su pintura) por mediación del museo es todo un lujo.

No es la ‘culminación’, eso está claro, pero desde luego si es un momento importante en su estudio y dedicación a la obra del reconocido creador murciano.

Sí, por supuesto. Además que era algo impensable para mí [dirigir el Gaya]... Pero, cuando vi que esa opción existía, me pareció el lugar idóneo para continuar con mi trabajo sobre su obra; de hecho, te diré que no me hubiera postulado como director para ningún otro museo, solo para el Gaya. Como te decía, mi oficio es pintura y mi único objetivo es servirla, y esta me parecía una manera perfecta de hacerlo.

No es por meterle presión en su primer día, pero gestionar el legado de un arista de la talla de Ramón Gaya debe ser una inmensa responsabilidad...

Sí, obvio. Pero considero que si estoy aquí es porque conozco bien su obra:son muchos años empapándome de ella... En esta vida hay que buscar ejemplos de vida para mejorar la nuestra, y el de Gaya es el mío. Son muchos años ya de trato continuo y constante con su pintura y escritos... Porque esa es otra:más allá de sus cuadros, sus textos significan (y aportan) mucho. De hecho, yo ya admiraba a Ramón Gaya de pequeño, pero tengo una especie de segundo encuentro cuando lo leo en la universidad: digamos que eso me ayudó a concretar de una manera mayor y más intensa mi interés por su trabajo. Es ahí cuando se vuelve un referente indiscutible en mi modo de entender la pintura y, sobre todo, cuando se convierte verdaderamente en un compañero de viaje.

Pese a tratarse de un artista reconocido nacional e internacionalmente, ¿considera que igual no ocupa el lugar que debería en la historia del arte español o, al contrario, se le estima como merece tanto aquí como fuera?

No, ni mucho menos. A veces no somos conscientes de la dimensión del creador que fue. De hecho, el reconocimiento en España a su obra ha sido algo tibio. Es cierto que tiene su propio museo y que hay piezas suyas en todos los grandes museos del arte contemporáneo (aunque, eso sí, en los almacenes), pero creo que todavía estamos lejos de ofrecerle el trato que merece, quizá porque cuando volvió del exilio en los años ochenta este país no era el más adecuado para un hombre que iba a contracorriente... Así que sí, hace falta saber quién era Ramón Gaya: un artista fundamental de la Generación del 27, un creador que participó en proyectos mágicos como las Misiones Pedagógicas, que escribió estudios imprescindibles sobre El Prado... Y para ello hace falta una visión diferente e, importante, la catalogación de su obra completa:es la única manera de demostrar el tipo de pintor que era. Debemos trabajar sobre todo con las colecciones privadas que tengan cuadros suyos, porque fue un creador sumamente prolífico y con unas variaciones tremendas. Vamos a tener que emplear bastante tiempo en ello, pero lo conseguiremos.

En los últimos años ya ha aportado su granito de arena a la institución comisariando varias muestras sobre el murciano, pero ahora le toca tirar del carro. ¿Tiene ya algo pensado?

Sí. Trabajaremos sobre la base del proyecto que tuve que entregar para que el jurado encargado de la selección del nuevo director lo valorara, y en él hay una ruta muy marcada. La idea es emprender una renovación del museo a todos los niveles, empezando por la web y siguiendo por cuestiones puramente físicas como la señalética: es imprescindible que el Gaya aparezca en los indicadores de la ciudad, porque actualmente incluso se confunde con el resto de edición de la Plaza de Santa Catalina (por cierto, quizá el mejor emplazamiento de un museo en Murcia). Y luego, claro está, estamos preparando un programa de actividades potentes: mi intención es que vengan pintores vivos, lanzar una programación infantil para nuestros futuros espectadores, reeditar y trabajar con la obra escrita de Gaya... Y todo esto es importante, pero también queremos tratar de sacarlo fuera, exponer no solo en España, sino más allá de nuestras fronteras. Y traducir sus escritos: que lleguen a Francia, Holanda, Italia... Si yo fuera veneciano, me encantaría leer cómo hablaba Gaya de Venecia. Tenemos la obligación de dar a conocer extramuros a (insisto) una de las figuras más importantes de la historia del arte en España, y estoy convencido de que el tiempo nos dará la razón. Pero es un trabajo de todos, y que viene de antes:ya se ha hecho mucho, pero todavía queda. 

Asume el cargo a mitad de temporada, como quien dice. ¿Supone un impedimento a la hora de aplicar sus ideas desde el primer momento?

Bueno, se hará poco a poco. Afortunadamente, el equipo del museo lleva muchos años y conoce perfectamente la obra de Gaya. Y sobre ese programa que te decía iremos trabajando con paciencia, dedicación y mucho cariño, pero con una firme voluntad de renovación.

Por cierto, un puesto así te cambia la vida de la noche a la mañana. ¿Cómo se va a ver afectada su faceta artística? ¿Va a seguir teniendo tiempo para trabajar en su obra y en sus investigaciones?

Hombre, en cuestión de investigaciones yo creo que este cargo incluso refuerza; de hecho, tengo varias en marcha. Mira, hay una frase que a mí me gusta mucho y que creo que es bastante adecuada: «No es tiempo lo que falta, sino concentración», con lo que, si consigo enfocar, no habrá problema. De todos modos, yo esto no lo veo como salir de mi oficio, sino como una prolongación (y permíteme que insista): servir a la pintura es lo que quiero, y la forma en la que lo haga no es tan relevante; lo importante es servir.

En cualquier caso, gran parte de su trabajo en los últimos años (a nivel teórico, me refiero) ha estado enfocado en Gaya. ¿Todavía le queda mucho que aprender sobre él?

Sin ninguna duda. Lo bueno de las grandes obras es que podemos convivir toda una vida con ellas, y en el caso de los escritos de Gaya, en cada relectura se presentan como inéditos: siempre encuentro cosas nuevas. Así que sí, es muchísimo lo que queda por conocer, y mucho el trabajo que tenemos que hacer para acercarnos a ese misterio que son sus textos y pinturas, pero estamos cerca de él para poder servirle.