La cincuenta y dos edición del Festival de Teatro de Molina de Segura alcanza hoy la primera de sus ‘dobles sesiones’. Y es que aunque el Villa solo recibirá hoy a una compañía –La Mosca, a la cual conoce bien–, la programación de este año alcanzará esta noche también al Colegio Público San Antonio, donde los castellonenses La Fam presentarán uno de sus espectáculos más impactantes.

Hablamos de Mr. Blue Sky, una pieza de teatro de calle que pone en tela de juicio la deriva que han tomado las sociedades occidentales. «El mundo se encuentra colapsado de información, de imágenes, noticias..., y el ser humano se encuentra saturado de contenidos pero vacío de humanidad. Nos hemos convertido en máquinas, en seres mecanizados sin comunicación», apuntan desde la compañía nacida en Villarreal.

Molina invita a echar la vista al futuro y al pasado

Dirigida por Sergio Heredia y coreografiada por Jordi Magnieto, esta obra cuenta la historia de cómo, un día, el ser humano se volvió a descubrir. «Se rompieron las fronteras y las barreras tecnológicas que los separaban y se volvieron a mirar a los ojos. Descubrieron el mundo dejando así la tecnología a un lado», explican. Pero, hasta ese momento, La Fam presenta a cuatro personas –Santi Martínez, Ainhoa Cebrià, Joan Ballester y Sara Gil– que han perdido literalmente la cabeza, ya que sobre sus hombros en lugar de reposar un rostro al uso hay una televisión.

Todo queda en casa

Tan solo una hora antes comenzará en el Villa OBS, una obra de Joaquín García Box interpretada por la compañía molinense La Mosca Teatro. Esta también invita a la reflexión; pero si Mr. Blue Sky nos hacía mirar al futuro, en esta ocasión lo que corresponde es echar la vista atrás.

«Todas las personas adultas de este complicado planeta, lo queramos o no, tenemos, cuanto menos, dos situaciones comunes: fuimos niños y, estadísticamente en los sistemas occidentales, tendremos una vejez», apuntan desde la compañía, que recuerda que, por tanto, todos transitamos, con mayor o menor fortuna, por la infancia. «Pero, ¿dónde está ese niño? ¿Lo tenemos cerca? ¿Lo cuidamos o lo destruimos en algún momento de nuestra existencia? ¿Somos capaces de reconocerlo? ¿Le necesitamos? ¿Nos ayuda, o nos impide crecer? ¿Hemos salido de la infancia? ¿Podemos reconciliarnos con él?», se preguntan desde La Mosca.

En este sentido, OBS avanza por la necesidad del protagonista de reconciliarse con aquel niño interior que continúa esperándole desde hace años, desde que «decidió aislarse de él y, por ende, de sí mismo». Y en su ditirámbica incapacidad se encuentra abrumado por unos personajes transversales que entran y salen de su pasado y su presente; cuestionándole, suplicándole, ordenándole, hasta el resultado final.