Resulta paradójico que el hombre que pasó la mayor parte de sus días observando la naturaleza muriera a causa de ella. Fue en el otoño del año 79, en una ciudad media donde los romanos adinerados pasaban largas estancias de ocio. Plinio el Viejo iba a cumplir sesenta años, una edad más que digna para los tiempos, cuando el Vesubio entró en erupción. Se especula mucho sobre el conocimiento de los romanos en temas de catástrofes naturales. No nos imaginamos al bueno de Plinio llorando por las esquinas mientras la lava cubría las ciudades de la bahía de Nápoles, invocando a un dios iracundo. Más bien lo vemos pensativo, preocupado por el devenir de los acontecimientos, esa nube negra y densa que quemaba todo a su paso, buscando una explicación racional a aquel fin del mundo del año 79.

Erupción del Vesubio por P.J. Volaire. 1777

Plinio murió en la erupción del Vesubio pero no se encontraba ni en Pompeya ni en Herculano. Residía en Estabia, hoy en día situado dentro de la gran metrópolis napolitana, y conjeturan los historiadores que murió al inhalar los gases nocivos derivados de la erupción. Y a pesar de que el nombre pueda llevarnos a engaños, la descripción de los sucesos de aquellos días no corresponde a su escritura, sino a la de su sobrino, Plinio el Joven, en una carta que dirigió veinte años después al historiador Tácito. Nuestro Plinio, el viejo, murió en uno de los mayores cataclismos del mundo antiguo, al menos uno de los primeros documentados por sus propios contemporáneos. Con el Vesubio llegó el final de su vida, pero por suerte para los siglos venideros, ya había escrito la mayor parte de su obra. El mundo encerrado en unos cuantos rollos de papiro.

La Historia Natural no es solo un viaje personal, sino una recopilación de expediciones que cientos de viajeros emprendieron siglos antes. Es la obra de la Antigüedad más próxima al conocimiento supremo. Un monumento a la memoria, a querer legar para las generaciones futuras el entendimiento del mundo. Consta de 37 libros, aunque algunos de ellos aparezcan inacabados o sin revisar. Sus páginas iluminan sobre un esfuerzo heroico, el de encerrar toda la sabiduría antigua en una biblioteca. Pasan por sus tomos la botánica, la geografía, la astronomía, la medicina y todas las materias que hoy en día suponen los pilares fundamentales del progreso humano. Pero sobre todo, a nosotros nos interesan los libros III, IV, V y VI. Son las partes en donde se atiende a la geografía, y la geografía en el siglo I era sinónimo de viajar.

Libros

Historia Natural, Plinio el Viejot (Editorial Gredos)

Bajo la sombra del Vesubio, Daisy Dunn (Siruela)


Documental

Los secretos de Pompeya, Mary Beard (2017)

Plinio fue un viajero durante toda su vida, y a los lugares donde no pudo llegar fió sus palabras a la verdad de los libros. En su juventud, viajó de la forma más fácil para un romano de la época: a través del ejército. Como soldado hizo carrera por Germania y la actual Holanda. Las campañas militares lo llevaron hasta Galia e Hispania, conociendo la parte oeste del Imperio. Saltó hasta África, en las fronteras sur de la cultura romana. Buena cuenta de ello da su libro III de Historia Natural en la descripción de la parte Occidental del Mediterráneo. En la costa africana escuchó historias de viajeros que hablaban sobre territorios legendarios y formas de llegar a la India costeando esa gran masa de tierra ignota, en donde aparentemente el desierto engullía a los hombres. Plinio se hace eco de la historia que cuenta Nepote, sobre un indio que apareció en las costas de Germania, tras ser arrastrado por diferentes tormentas.

De la India a Europa en barco parece una empresa disparatada, sobre todo en el siglo I, pero basta referirse a otro viaje del que poco se sabe para entender que la conciencia del viajero compagina el riesgo y la incertidumbre. Se trata de los hermanos Vivaldi, que en el siglo XIII pretendieron alcanzar un paso hacia la India bordeando África y nunca más se supo de ellos una vez superaron el cabo Nun.

Podría encajar perfectamente en una historia pliniana, pero esto nos demuestra que muchos de los conocimientos que recoge Plinio en su Historia Natural fueron el techo intelectual de la humanidad hasta el siglo XV. En el caso de África, hasta que los portugueses aprendieron a navegar.

El resto de libros de geografía trata sobre el Mediterráneo Oriental, los continentes de África y Asia, poniendo especial empeño en Oriente, una zona dominada ya por Roma, tan misteriosa como atrayente. La Historia Natural es el legado que un hombre observador dio al mundo, en un intento de poner nombre a lo desconocido. Su espíritu incita al viajero a ser libre e ir siempre más allá. Tras una vida de expediciones, su destino se encontraba dentro de la tierra, en el magma que formó la bahía de Nápoles. Su viaje consistió en observar a su alrededor los detalles con que la naturaleza hace crecer la vida.

Su muerte no se salió ni un ápice del acuerdo que alcanzó el viejo de Plinio con la naturaleza.